Lyon 3
octubre 1804 – París 31 marzo 1869
CAPÍTULO
VIII
EMANCIPACIÓN
DEL ALMA
1. El dormir y los sueños. – 2. Visitas espíritas entre
personas vivas. – 3. Transmisión oculta del pensamiento. – 4. Letargo,
catalepsia. Muertes aparentes. – 5. Sonambulismo. – 6. Éxtasis – 7. Segunda
vista. – 8. Resumen teórico del sonambulismo, del éxtasis y de la segunda
vista.
EL
DORMIR Y LOS SUEÑOS
– ¿El Espíritu
encarnado permanece voluntariamente en su envoltura corporal?
– Es como si preguntases si el prisionero se alegra con la
prisión. El Espíritu encarnado aspira sin cesar a su liberación y cuanta más
grosera es la envoltura, más desea librarse de ella.
– Durante el
sueño, ¿descansa el alma como el cuerpo?
– No, el Espíritu jamás está inactivo. Durante el sueño,
los lazos que le unen al cuerpo se aflojan y el cuerpo no necesita del
Espíritu. Entonces recorre el espacio y entra en relación más directa con otros
Espíritus.
– ¿Cómo podemos
apreciar la libertad del Espíritu durante el sueño?
– Por los sueños. Bien puedes creer que cuando reposa el
cuerpo, el Espíritu posee más facultades que en vigilia. Tiene conocimiento del
pasado y algunas veces previsión del futuro.
Adquiere mayor energía y puede entrar en comunicación con
otros Espíritus, ya sea en este mundo, ya en otro. Muchas veces dices: He
tenido un sueño estrambótico, horrible; pero inverosímil. Te equivocas, pues
con frecuencia es recuerdo de lugares y cosas que has visto o presentimiento de
lo que verás en otra existencia o en otra época. Estando el cuerpo entorpecido, el Espíritu se esfuerza en
romper sus cadenas, inquiriendo en el pasado y en el futuro.
¡Pobres hombres, cuán poco conocéis los fenómenos más
simples de la vida! Creéis ser muy sabios y las cosas más insignificantes os
ponen en aprieto. Quedáis turbados con esta pregunta que os dirigen todos los
niños: ¿Qué hacemos mientras dormimos y qué es el sueño?
El sueño libera parcialmente el alma del cuerpo. Cuando se
duerme, se está por un momento en el mismo estado en que se encuentra el
hombre, de manera fija, después de la muerte. Los Espíritus que con prontitud
se separan de la materia en el acto de la muerte, han tenido sueños
inteligentes. Cuando duermen, se reúnen a la sociedad de otros seres superiores
a ellos; viajan, hablan y se instruyen con ellos, y hasta trabajan en obras que
encuentran hechas al morir. Esto debe enseñaros una vez más, a no temer a la
muerte, puesto que morís todos los días, según las palabras del santo. Esto
respecto de los Espíritus elevados. Pero, la mayoría de los hombres que, al
morir, han de permanecer largas horas en turbación, en esa incertidumbre de qué
os han hablado, esos van a mundos inferiores a la Tierra, a donde les llaman
antiguos afectos, o buscan quizá placeres más bajos que los que tienen y
doctrinas más viles aún, más innobles, más nocivas que las que entre vosotros
profesan. Y lo que engendra la simpatía en la Tierra no es otra cosa que el
hecho de sentirse uno al despertar, aproximado por el corazón a aquellos con
quienes se acaban de pasar ocho o nueve horas de dicha o de placer. Explica
también esas antipatías invencibles el conocer en el fondo del corazón que
tales gentes tienen distinta conciencia de la nuestra; porque las reconocemos
sin haberlas visto nunca con los ojos. Explica asimismo la indiferencia; porque
no nos inclinamos a buscar nuevos amigos, sabiendo que tenemos otros que nos
aman y nos quieren. En una palabra, el sueño influye en vuestra vida más de lo
que pensáis.
Por medio del sueño, los Espíritus encarnados están siempre
en relación con el mundo de los Espíritus; y por esto los superiores consienten
sin mucha repugnancia en encarnarse entre vosotros. Dios ha querido que,
durante su contacto con el vicio, puedan ir a renovarse en las fuentes del
bien, para que ellos, que vienen a instruir a otros, no fallen también. El
sueño es la puerta que Dios les abrió para que vayan hasta sus amigos del
cielo. Es el recreo después del trabajo, mientras esperan la gran liberación,
la liberación final que debe restituirlos a su verdadero medio.
El sueño es el recuerdo de lo que vuestro Espíritu ha visto
mientras dormíais; pero observad que no siempre soñáis; porque no recordáis
siempre lo que habéis visto. Vuestra alma no está en pleno desdoblamiento y
muchas veces el sueño no es más que el recuerdo de la turbación que se une a
vuestra partida o a vuestro regreso, al cual se junta el de lo que habéis hecho
o lo que os preocupó en estado de vigilia. Y de no ser así, ¿Cómo explicaríais
esos sueños absurdos que tiene tanto el más sabio, como el más ignorante? Los
Espíritus malos se aprovechan también de los sueños para atormentar a las almas
débiles y pusilánimes.
Por lo demás, dentro de poco veréis desarrollarse otra
especie de sueños, que aunque tan antigua como la que conocéis, la ignoráis
ahora. El sueño de Juana, de Jacob, de los Profetas judaicos y de algunos
adivinos hindúes. Ese sueño es el recuerdo del alma, completamente separada del
cuerpo, el recuerdo de esa segunda vida de la que siempre os hablo.
Procurad distinguir bien estas dos especies de sueños en
aquellos que recordáis; pues sin ello caeríais en contradicciones y errores que
serían funestos a vuestra fe.
Los sueños son producto de la emancipación del alma, que se
hace más independiente por la suspensión de la vida activa y de relación. De
aquí una especie de clarividencia indefinida que se extiende a los más lejanos
lugares, o a los que jamás se han visto y a veces hasta a otros mundos, así
como el recuerdo que trae a la memoria los acontecimientos ocurridos en la
presente existencia o en las existencias anteriores. La rareza de las imágenes
de lo que ocurre o ha ocurrido en mundos desconocidos, entremezcladas con las
cosas del mundo actual, forman esos conjuntos estrambóticos y confusos que
parece que no tienen sentido ni trabazón.
La incoherencia de los sueños se explica también por los
claros que produce el recuerdo incompleto de lo que se nos ha aparecido mientras
dormimos. Tal sucedería con un relato del cual se hubiesen sacado al acaso
frases o partes de estas, pues reunidos los fragmentos restantes carecerían de
significación razonable.
– ¿Por qué no
nos recordamos siempre de los sueños?
– Lo que tú llamas dormir no es más que el descanso del
cuerpo, porque el Espíritu está siempre en movimiento. Así recobra algo de su
libertad y se comunica con los que ama, ya en éste, ya en otros mundos. Pero
como el cuerpo es materia pesada y grosera, difícilmente conserva las
impresiones que ha recibido el Espíritu; porque no las ha percibido por medio
de los órganos del cuerpo.
– ¿Qué debe
pensarse de la significación atribuida a los sueños?
– Los sueños no son verdaderos en el sentido que entienden
los que dicen la buenaventura; porque es absurdo creer que soñar tal cosa
anuncia tal otra. Pero son verdaderos en el sentido de que presentan imágenes
reales al Espíritu, pero con frecuencia no guardan relación con lo que ocurre
en la vida corporal. Muchas veces, también, como ya lo hemos dicho, son un
recuerdo, y por fin, pueden ser a veces, un presentimiento del futuro, si Dios
lo permite, o la videncia de lo que pasa en ese momento en otro lugar, para
donde se transporta el alma. ¿No tenéis numerosos ejemplos de personas que se
aparecen en sueños y advierten a sus parientes o amigos lo que les pasa? ¿Qué
son esas apariciones sino el alma o Espíritu de esas personas que viene a
comunicarse con el vuestro? Cuándo tenéis certeza de que realmente ha sucedido
lo que habéis visto, ¿no es una prueba de que ninguna parte ha tomado la
imaginación, sobre todo si lo ocurrido está muy lejos de vuestro pensamiento
durante la vigilia?