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lunes, 20 de septiembre de 2021

LA LEY DEL EQUILIBRIO de de DAN MILLMAN

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LA LEY DEL EQUILIBRIO

ENCONTRANDO EL CAMINO INTERMEDIO



Si la gravedad es la cola que cimienta el Universo, el equilibrio es la llave que abre Sus secretos. El equilibrio es aplicable a nuestro cuerpo, mente y emociones, a todos los niveles de nuestro ser. Nos recuerda que todo lo que hacemos, lo podemos rehacer y deshacer, y que, si el péndulo en nuestras vidas o hábitos oscila demasiado hacia un lado, inevitablemente va a oscilar al otro. Sé humilde puesto que estás hecho de tierra sé noble puesto que estás hecho de estrellas

Proverbio Servio



"Vamos a favor del viento, y por eso él todavía no ha percibido nuestra presencia," dijo la santa suavemente, dirigiendo mi mirada hacia el final del lago, donde un pájaro blanco estaba en perfecto equilibrio sobre una pierna. "¿Puedes tú mantener el equilibrio como ese pelícano?" me preguntó.

"¿Qué..., te refieres a sostenerme sobre una pierna?"

"Me refiero a sentir lo que ese pelícano está sintiendo dentro. ¿Puedes permanecer tan calmado a lo largo de tu vida cotidiana?"

"Sí ... Quizá ... No sé. Todavía estoy intentando descubrir cómo hemos llegado hasta aquí."

Ella repitió su pregunta: "Tú no sientes frecuentemente esta serenidad, ¿verdad?"

"Bien, no, supongo que no."

"Una respuesta honesta y un buen punto de partida," dijo la santa mientras se sentaba a la luz en la soleada montaña y contemplaba el lago. "Considera, por un momento, la importancia del equilibrio en el orden natural de la vida humana. Somos criaturas de moderación: No podemos nadar igual que un pez, correr tan rápido como los leopardos, o levantar tanto peso como los gorilas, pero tenemos todas estas habilidades con cierta moderación, en equilibrio."

La santa volvió a señalar al blanquecino pájaro, todavía parado al final del lago. "Cada cuerpo humano suspira en busca de un estado de equilibrio interior, de paz interior”. ¿Puedes sentir tú esto dentro de ti ahora?

En el instante que ella puso su palma de la mano sobre mi pecho, sentí invadir mi cuerpo una gran paz y tranquilizó mi mente. "Lo sientes," susurró.

"Sí." Miré con placer.

"Este sentimiento de serenidad te proporcionará un punto de referencia; aumentará tu consciencia real, y disminuirá tu tolerancia al desequilibrio, a los desequilibrios que normalmente experimentas."

"¿En qué sentido?"

"Bueno, supongo que entenderás que sirve de bien poco aconsejar a las personas tensas que se relajen si no conocen lo que se siente cuando se está relajado. Pero una vez que experimentan un estado de profunda relajación, tienen un punto de referencia; pueden notar la tensión con mayor facilidad y pueden seguir unos pasos para desprenderse de ella. Y ahora que conoces lo que se siente cuando estás en verdadero equilibrio, comenzarás a notar lo que es estar fuera de equilibrio en cualquier faceta de tu vida; funciona como una señal automática para que puedas volver a ese lugar de equilibrio en tu interior. La Ley del equilibrio se puede aplicar a partir de notar tus faltas de equilibrio."

"¿Tan simple como eso?"

Ella rio. " Muy simple, pero no siempre fácil, porque cualquiera que sea el estado físico o emocional al que estés acostumbrado – incluso si es un estado de tensión o desequilibrio extremo – parecerá normal para ti. Lo que mucha gente llama neurosis es de hecho un desequilibrio o exageración de un pensamiento, impulso, o emoción que todos sentimos de vez en cuando. Por ello cambiar a un estado de equilibrio verdadero puede causar una sensación extraña al principio."

"Entonces, ¿Cómo puedo hacer este cambio hacia el verdadero equilibrio?"

Un pez saltó sobre la superficie del lago, provocando un pequeño oleaje que radiaba alrededor de su superficie cristalina mientras la santa se disponía a responder: "Ve a ese lugar tranquilo, a ese lago dentro de ti. Mira. Escucha. Presta atención a cualquier oleaje dentro de tu cuerpo o de tu vida provocado por hacer demasiado o demasiado poco en las áreas de la alimentación, la bebida, el ejercicio, el trabajo o la comunicación."

Mientras lo consideraba, otro pensamiento surgió. "Con todo lo que está ocurriendo en el mundo hoy, emplear toda esta energía en mirar en el interior y encontrar equilibrio y serenidad parece bastante egocéntrico."

Sonriendo, la santa me invitó a que caminara con ella alrededor del lago. "Mucha gente confunde egocentrista con egoísta. Pero una vez tú encuentras tu propio equilibrio, también encuentras paz interior y poder interior para realmente marcar una diferencia en el mundo."

Se agachó y cogió una rama fina y delgada, de algunos pies de longitud, y se preparó para ponerla en equilibrio sobre un dedo. La rama se mantuvo perfectamente recta al principio; entonces comenzó a balancearse para delante y para detrás. "Los deseos y las ataduras te empujan hacia delante. El miedo, la resistencia y el esquivo te detienen. En muchas ocasiones los extremos de cualquier tipo, incluso tomar una postura rígida en cualquier cosa, te puede conducir fuera de ese punto de equilibrio que valora todas las partes. ¿Lo entiendes?"

"Eso creo, pero no estoy seguro," respondí.

"¡Estupendo! Eso quiere decir que estás preparado para aprender."

Mientras continuábamos a través del camino, me di cuenta que la santa pisaba con tanta suavidad las ramas caídas que prácticamente no podía oírla; su propio estado de equilibrio era exquisito. "Como todas las Leyes que intento compartir contigo," continuó, "la Ley del Equilibrio no es sólo una filosofía sino una forma de vida, con aplicaciones muy prácticas." Viendo mi mirada confusa, recogió una piedra, me la dio, y señaló un pino a unos diez metros. "¿Ves el tronco del árbol de allá? A ver si lo puedes tocar con la piedra."

Cogí aire, me concentré, y lancé. Fallé por unos centímetros a la izquierda. Ella me pasó otra piedra. Volví a lanzar y me acerqué más, pero todavía a la izquierda del centro. Entonces me dio cuatro piedras más, me miró a los ojos, y habló despacio. "Es importante que toques el tronco con una de estas piedras." No entendí por qué era tan importante, pero sabía que lo decía en serio; noté mi corazón acelerarse.

"¡Aplica la Ley del equilibrio!" me recordó.

"¿Cómo?"

"Ya te he dicho que cuando estás en desequilibrio, parece normal para ti. Por esta razón, sigues inclinándote hacia el lado más familiar. Por tanto, la manera más fácil de encontrar el centro es sobre corregirte – practicar deliberadamente lo opuesto de lo que estás acostumbrado a hacer. Por ejemplo, si hablas demasiado rápido o demasiado flojo, para que la gente te entienda, entonces deberías deliberadamente hablar de una manera que a ti te parezca demasiado lenta o demasiado alta."

"Y ya que he lanzado demasiado hacia la izquierda," dije, "debería intentar lanzar muy a la derecha. ¿Verdad?"

"Correcto," dijo ella.

"El problema es que sólo me quedan cuatro intentos; no quiero errar el centro ni por la izquierda ni por la derecha. Quiero darle."

"Estoy segura de ello. Pero una vez hayas trabajado con los dos lados, es mucho más fácil encontrar el centro, sea el de un árbol o cualquier otra cosa."

"Entiendo," dije.

"Hacer es entender," contestó, señalando el árbol.

Dubitativamente, pero con ganas de probar la Ley, deliberadamente lancé hacia la derecha; para mi sorpresa, volví a errar hacia la izquierda de nuevo.

"Lo ves," dijo la santa. "Acostumbrado a lo que haces normalmente – a lo que sientes como normal – no has corregido lo suficiente. Esta es la razón por la que modificar cualquier hábito es difícil, y es por eso que la gente aprende tan despacio. ¡Esta vez sé audaz! ¡Asegúrate que los dos próximos lanzamientos son a la derecha del árbol!"

Me aseguré del todo: La primera piedra fue dos metros a la derecha; y lo mismo con la segunda. "Mi último intento," dije nervioso.

"La ley del equilibrio te ayudará," dijo ella, "y yo también." Me dirigió hasta el árbol hasta que me encontré a sólo dos metros. "Nadie dijo que tenías que complicarte tanto la vida," añadió con una sonrisa. "Si te fijas, estás demasiado lejos, ¡acércate más!"

Riendo, toqué el árbol de pleno.

Mientras continuábamos el camino alrededor del lago, la santa habló sobre otro aspecto de esta ley: "El equilibrio comienza con la respiración," dijo. "Inspirar y expirar son los ritmos primitivos de la vida misma. Inspirando encuentras inspiración; expirando encuentras desahogo. Inspirar y expirar – nacimiento y muerte con cada respiración.

"Siente tu respiración ahora," dijo ella. "Date cuenta de qué manera los ritmos de tu respiración están desequilibrados, al igual que tus emociones. Cuando sientas furia, acéptala completamente, y lleva tu respiración al punto de equilibrio. Cuando sientas lástima, abrázala con cariño, y lleva tu respiración al punto de equilibrio. Cuando sientas miedo, hónralo, respira profundamente y encuentra tu equilibrio.

"Cuando exhalas, das; cuando inhalas, recibes. Si recibes más de lo que das, sientes ese desequilibrio como una necesidad de reciprocar y completar el círculo de relaciones. Si das más de lo que recibes, sientes cansancio, y eventualmente te quedas sin nada más para dar."

"He leído sobre santos que dieron mucho y recibieron muy poco."

"Eso es lo que puede parecer, pero tales seres viven en un estado de abundante felicidad, y gratitud," contestó. "La ley del Equilibrio nos asegura que aquellos que dan libremente, en nombre de Dios y con generosidad, reciben en abundancia."

Mientras escalábamos camino a la cima a través de un sendero repleto de ciervos, me acordé de algo que me había dicho cuando nos conocimos. "Anteriormente me has dicho que necesitabas mi ayuda," dije, "para algún tipo de misión."

"Esto es tu preparación," me recordó. "Primero aprende la lección del pelícano. Encuentra equilibrio en tu vida y en todas las cosas. Honra la Ley y sigue los pasos a la sabiduría. Explora el abanico de la experiencia humana, pero, ya que los extremos habituales crean estrés, siempre vuelve a la base, al camino del medio. Deja que tus acciones y palabras salgan con suavidad, como el cambio de las estaciones. A partir del estado de equilibrio en tu interior, encontrarás la claridad y la paz en el mundo exterior."

Mientras las palabras de la santa se convertían en silencio, y continuábamos hacia los picos, me giré por última vez hacia el pelícano. Todavía yacía tranquilamente en el borde del lago.



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