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miércoles, 13 de noviembre de 2013

EL TESTIGO de KEN WILBER



Ken Wilber nos lleva a trascender la dualidad en un sencillo ejercicio...

Ser un testigo del ser consciente puede prolongarse durante la vigilia, el sueño onírico y el sueño profundo. El Testigo se halla totalmente accesible en cualquier estado, incluyendo tu propio estado de consciencia de este mismo instante. Así que les voy a guiar hacia ese estado, utilizando lo que en Budismo se llama “instrucciones indicativas”. No voy a intentar conducirles a un estado de consciencia diferente, a un estado de consciencia alterado o a un estado diferente de lo común. Simplemente, voy a destacar algo que ya está ocurriendo en tu estado actual, presente y habitual.

Así que comencemos por tomar consciencia del mundo que nos rodea. Mira al cielo, y simplemente relaja tu mente; deja que tu mente y el cielo se fundan. Observa las nubes que flotan. Toma nota de que esto no requiere de esfuerzo alguno de tu parte. Tu estado de consciencia actual -en el que flotan estas nubes- es algo muy simple, muy fácil, que no requiere de esfuerzo, espontáneo. Simplemente toma nota de que, sin mediar esfuerzo alguno, tomas consciencia de las nubes. Lo mismo ocurre con esos árboles, esas aves y esas rocas. En forma simple y sin esfuerzo, tomas conciencia de todos ellos.

Observa ahora las sensaciones presentes en tu propio cuerpo. Puedes tomar consciencia de cualquier sensación corporal que se halle presente ahora: quizás la presión del mueble, quizás el calor en el abdomen, quizás una tensión en tu cuello. Sin embargo, aún si estas sensaciones fuesen de tensión, puedes tomar consciencia de ellas con facilidad. Estas sensaciones surgen en tu consciencia presente, y esa consciencia es muy simple, fácil, relajada, espontánea. Eres un testigo, sin esfuerzo y sin dificultad.

Observa los pensamientos que surgen en tu mente. Puede que observes diversas imágenes, símbolos, conceptos, deseos, esperanzas y temores, todos los cuales surgen espontáneamente en tu consciencia. Surgen, permanecen unos instantes y luego se van. Estos pensamientos y sensaciones surgen en tu consciencia de este momento, y esa consciencia es muy simple, relajada y espontánea. Sin esfuerzo ni dificultad, eres un testigo de todo ello.

Así que observa: puedes ver flotar las nubes porque no eres esas nubes, eres quien las está mirando. Puedes sentir sensaciones corporales porque no eres esas sensaciones: eres el testigo de esas sensaciones. Puedes ver cómo flotan los pensamientos porque tú no eres esos pensamientos -sino un testigo de su presencia-. En forma natural y espontánea, todas estas cosas surgen, por sí solas, en tu darte cuenta presente, sin que medie esfuerzo de tu parte.

Y entonces, ¿quién eres tú? No eres los objetos de allá afuera, no eres las sensaciones, no eres los pensamientos -sin esfuerzo, eres un testigo de la presencia de todos éstos, de modo que no eres ellos. ¿Quién o qué eres tú?

Dilo de este modo para ti mismo: tengo sensaciones, pero no soy esas sensaciones. ¿Quién soy? Tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy? Tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy?

Así que retrocedes hacia la fuente de tu propia consciencia. Retrocedes hacia el Testigo, y descansas en el Testigo. No soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los deseos, no soy los pensamientos.

Pero entonces, por lo general las personas cometen un gran error. Creen que, si descansan en el Testigo, van a ver algo o sentir algo, algo realmente exquisito y especial. Pero no verás nada. Si ves algo, se tratará simplemente de otro objeto: otra sensación, otro pensamiento, otra sensación, otra imagen. Sin embargo, todos éstos son objetos: no eres ninguno de éstos.

No es así: mientras descansas en la realización del Testigo -no soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los pensamientos- todo lo que observarás es una sensación de libertad, una sensación de liberación, una sensación de alivio... alivio de la tremenda limitación que implica el identificarse con estas pequeñeces, pequeños objetos finitos, tu pequeño cuerpo, pequeña mente y pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden ser vistos y, por lo tanto, no son Aquél que ve, el verdadero Yo, el Testigo puro, aquél que realmente eres.

Así que no verás nada en especial. Lo que surja está bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones flotan en el cuerpo, los pensamientos flotan en la mente -y, sin esfuerzo, tú eres testigo de todo esto-. Todo esto surge espontáneamente y sin esfuerzo en tu consciencia presente. Y esta consciencia que es testigo no es, en sí, nada específico que puedas ver. Es, simplemente, una gigantesca sensación de libertad -o de vacío puro- en el trasfondo. Y en ese vacío puro -que es lo que eres- surge el mundo entero de lo manifiesto. Tú eres esa libertad, esa apertura, ese vacío -y no alguna de las cosas que surgen de allí-.

Descansando en ese atestiguar vacío, libre, fácil y carente de esfuerzo, observa que las nubes surgen en el amplio espacio de tu consciencia. Las nubes surgen en tu interior -tan así es que puedes saborear las nubes, eres uno con las nubes-. Es como si estuviesen a este lado de tu piel... están tan cerca. El cielo y tu consciencia se han vuelto uno solo, y todas las cosas en el cielo flotan sin esfuerzo a través de tu propia consciencia. Puedes besar al sol, tragarte la montaña... están así de cercanos. El Zen dice, “Tómate el Océano Pacífico de un solo trago”, y eso es lo más fácil de hacer cuando adentro y afuera ya no son dos, cuando sujeto y objeto no son dos, cuando el que mira y lo mirado son Un Solo Sabor Único. ¿Lo ves?

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Web https://www.oshogulaab.com/PSICOLOGIA/TestigodelSer.html



Los pensamientos curan más que los medicamentos







Entrevista




Reclama una nueva medicina, la que tenga en cuenta la capacidad de curación de la energía, mucho más eficaz que los medicamentos. Bruce Lipton (Estados Unidos, 1944) ha conseguido aunar ciencia y espíritu. No es poco mérito el suyo si tenemos en cuenta lo “alérgicos” que son los científicos a los temas trascendentales. Es doctor en Biología Celular y fue pionero en la investigación con células madre. Sus estudios sobre la membrana celular y las modificaciones de las células según el entorno sentaron las bases de la nueva epigenética. Sus descubrimientos (que iban en contra de la opinión científica establecida de que la vida es controlada por los genes) y el estudio de la física cuántica le han llevado a criticar duramente la medicina convencional. Es autor de libros como La biología de la creencia y La biología de la transformación.

Usted asegura que la medicina convencional va por muy mal camino. ¿Tan peligrosos son los medicamentos que nos recetan?

Nos dan medicamentos para la enfermedad, pero esto causa muchos problemas en el cuerpo. Porque esta medicina basada en la farmacología no entiende cómo está interrelacionada toda la bioquímica del organismo. Cuando tomo una pastilla química y la introduzco en mi cuerpo, no solo afecta a aquel lugar donde tengo el problema, sino que afecta a muchas otras cosas a la vez. Son los llamados “efectos secundarios”. Pero, en realidad, no son secundarios sino directos. No entienden que el efecto de las drogas no solo crea un efecto sino múltiples. Según las estadísticas en EEUU, ¡los fármacos matan allí a más de 300.000 personas cada año! Y esas personas son muchas más que las que mueren por tomar drogas ilegales. Hay algo que no funciona en la ciencia médica. Hace algunas cosas bien, como la traumatología, pero está matando a mucha más gente de la que ayuda. Tiene que aprender cómo funcionan las células.

¿Y qué ha descubierto sobre las células pero que no tiene en cuenta la medicina?

Yo ya trabajaba con ellas en los años 60. Fui un pionero porque en esa época había muy poca gente trabajando en ello. Y un experimento que hice en esa época cambió la idea que tenía del mundo. Puse una célula madre en un plato petri y, como cada diez horas se divide en dos, al cabo de dos semanas, tenía miles de células, todas idénticas. Luego cogí algunas de ellas, las coloqué en otro plato y cambié el entorno celular (son más como peces porque viven en un entorno fluido). Cambié la química en ese plato y ahí formaron músculo. Después, cogí otras del primer plato y las puse en un entorno diferente, y se formó hueso, y otras se convirtieron en grasa al volver a cambiar el entorno. Entonces, la pregunta es muy sencilla, ¿Qué controla el destino de las células? Todas eran idénticas, lo único que era diferente era el entorno. Cuando cojo células sanas y las coloco en un entorno nocivo, la células enferman y mueren. Si un médico las mirara, diría: “¿Qué medicina hay que darles?” ¡Pero no hace falta ninguna medicina! Les cambias el entorno nocivo, las colocas en uno sano y saludable y las células sanan. Los humanos somos una comunidad de 50 trillones de células, por tanto, la célula es el ser viviente y la persona es una comunidad. ¡El humano es un plato petri cubierto de piel!

¿Cuál es el entorno de la célula que hay que cuidar?

Dentro de mí hay 50 trillones de células y el entorno celular para nosotros es la sangre, por ello la composición de la sangre cambia el destino de la célula. ¿Y qué controla la sangre? Pues el sistema nervioso, que crea una química diferente según el sistema exterior. La célula y el ser humano son la misma cosa. Por ello, si pongo al ser humano en un entorno nocivo, igual que la célula, también enferma. Si lo trasladas a un entorno sano, entonces sana. Por tanto, la medicina culpa a las células por la enfermedad y trata de cambiar la química de las células, pero ese no es el problema, el problema es el entorno. Y si cambias a la persona de entorno, sin medicamentos, el cerebro cambia la química. El cerebro de la célula y el de la persona leen y entienden el entorno.

En un entorno sano, ¿nos curamos automáticamente? ¿Así de fácil?

No es tan fácil, porque la mente interpreta. Puede suceder que estemos en un entorno muy sano y que la mente lo lea como un entorno negativo o perjudicial. Entonces crea una química que hará a mi cuerpo enfermar. La diferencia entre la célula y el ser humano es que este tiene una mente que hace una interpretación y la célula lee el entorno directamente. Si metes un programa con errores en la mente, entonces la química que genera no está en armonía con la vida. Y esto nos sirve para entender cómo funciona un placebo. Cambio mi creencia y pienso que esto me va a sanar, tomo una píldora porque creo que esto me va a traer salud, y me mejora y me sana, pero la píldora podría ser de azúcar, en realidad no ha hecho nada, han sido mis creencias. Y a eso lo llamamos pensamientos positivos y efecto placebo.

¿Está diciendo que el efecto placebo –creer que algo nos sanará– es más curativo que un medicamento? Pero no hay casi investigaciones sobre eso.

Sí, tienes razón. ¿Eres consciente de que hay más de una manera de hacer energía sin tener que depender del petróleo? Pero seguimos dependiendo del petróleo porque no interesa el cambio a los que controlan la energía. Lo mismo pasa con las empresas farmacéuticas. Venden fármacos y ¿poder sanar sin fármacos es bueno o malo para la industria farmacéutica? No quieren que sanes sin comprar sus fármacos. ¿Se puede poner energía en una cápsula? Si fuera así, las farmacéuticas intentarían vendértela. Si puedo sanar sin usar medicamentos, la industria que los produce no gana dinero. Deberíamos poder decir que la ciencia está separada de la industria farmacéutica, pero no es así, porque con el dinero de esta se paga el desarrollo de la ciencia, y ese dinero solo va esos estudios que dicen que las drogas funcionan. El dinero controla la ciencia.

Explíquenos cómo funciona ese poder que dice que tiene la mente para la autocuración.

He hablado de que la mente controla: si piensa de una manera, se va en una dirección y, si piensa de otra, se va en otra. Por ejemplo, cierro los ojos, los abro y veo a alguien a quien amo. Entonces mi cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa química trae salud a las células. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero si abro los ojos y veo algo que me asusta, segrego hormonas del estrés. Y estas hacen dos cosas. La primera es que frenan el crecimiento del cuerpo. Porque si me está persiguiendo un león, necesito toda la energía para poder escaparme, y mi organismo apaga todo lo que no sea imprescindible para correr más rápido, así que se paraliza todo lo que tiene que ver con el crecimiento. La gente no lo sabe, pero tienes que crecer todos los días, porque, si no, te mueres. Cada día cientos de billones de células mueren y tienes que ir produciendo nuevas. Cada tres días, el sistema digestivo renueva sus células, pero si se interfiere con ese crecimiento, entonces no puedo estar sano porque estoy perdiendo demasiadas células al día, por eso la quimioterapia hace que se caiga el pelo y crea problemas de digestión, porque mata todas las células, no solo las del cáncer. La segunda consecuencia de las hormonas del estrés es que se cierra todo aquello que usa energía, y el sistema inmunitario usa muchísima energía: cuando estás enfermo, te sientes muy cansado porque tu energía la está usando el sistema inmunitario.

Eso significa que el estrés nos hace enfermar, ¿no?

Las hormonas del estrés apagan el sistema inmunitario, incluso la medicina usa este efecto en algunas ocasiones. Por ejemplo, si me trasplantaran un corazón, mi sistema inmunitario lo rechazaría. En esos casos, los médicos dan hormonas del estrés y eso impide que funcione el sistema inmunitario. Es tan claro que suprime el sistema inmunitario que lo usamos como un medicamento. Cuando la persona está bajo estrés, afecta de dos maneras: la primera es que deja de haber crecimiento y la segunda es que se apaga el sistema inmunitario. De esta forma, virus nocivos pueden atacarme fácilmente. Cuando estás bajo mucho estrés, te enfermas. Y debo decir que, si tomamos una muestra de sangre de cada persona, descubrimos que todos tenemos células cancerígenas. Las tenemos siempre, pero si está funcionando el sistema inmunitario, no pueden crecer. Una vez que se apaga el sistema inmunitario, proliferan. Es como el catarro: no tienes que coger el virus, ya lo tienes dentro. Son organismos oportunistas. El 90 por ciento de la gente que va al médico es debido al estrés, y también el cáncer funciona igual.

Explíquenos qué es la medicina cuántica o medicina de la energía.

Como decía, la primera razón por la que la medicina de hoy es cuestionable es porque los médicos no saben cómo funcionan las células. La segunda es que la medicina está basada en la física de Newton. No reconoce la energía, esa parte invisible, las señales electromagnéticas. Pero, a principios del siglo XX, apareció la física cuántica, que dice que todo es energía, lo que podemos ver y también lo invisible. Si miras dentro del átomo, hay electrones, protones, neutrones. ¿Y qué hay dentro? Energía. La ciencia más reciente indica que el cuerpo responde a la física cuántica, no a la newtoniania. La medicina dice que quiere cambiar la química del organismo con drogas y la nueva medicina dice que hay que cambiar la energía. Y esta nueva medicina, la cuántica, es mucho más poderosa, porque responde primero el campo energético que el físico.

Si todo es energía, ¿los pensamientos también? ¿Cómo influyen en nuestra salud?

La mente es energía. Cuando piensas, transmites energía, y los pensamientos son más poderosos que la química. Así que esto es peor para las empresas farmacéuticas porque no lo pueden vender. Por tanto, no les interesa una conexión entre la mente y el cuerpo. Pero es cierto que las propias creencias se convierten en un campo energético, una transmisión, y esta se transforma en una señal que es capaz de cambiar el organismo. Y así es como funcionaba la sanación antes del desarrollo de la medicina. La gente sanaba con los chamanes, con las manos… pero eso no puede vender y por eso la medicina no quiere ir por ese camino. Y es la razón por la que yo cambié mi carrera. Estaba enseñando en la universidad que hay que seguir con drogas y sabía que eso no era verdad. La medicina lo conoce, pero no habla de ello. Sabe que el pensamiento positivo, el placebo, puede sanar, y también que el pensamiento negativo puede matar. Uno se llama placebo y el otro nocevo. En realidad, no es que sea positivo o negativo, es la manera de pensar. Si el médico te dice que tienes cáncer, aunque no tengas cáncer, si lo crees, crearás la química que generará cáncer. Por tanto, el problema no es tanto el entorno real sino el que tú interpretas.

Y eso enlaza con la física cuántica.

Totalmente. Por eso no funciona la medicina, porque no reconoce la ciencia cuántica. No mira hacia ahí porque el dinero está en otro lado.

Usted ha explicado que, en la mente, quien realmente tiene el poder es el subconsciente, ¿por eso es tan difícil cambiar hábitos de pensamiento?

Es millones de veces más poderoso y más importante que la mente consciente. Utilizamos el subconsciente el 95 por ciento del tiempo.

Pero no lo podemos controlar.

Lo puedes reprogramar. La información del subconsciente se recibe en los primeros seis años de vida. Eso que aprendiste en esos años se convierte en el conocimiento fundamental de tu vida. Por tanto, hay muchos estudios que demuestran que las enfermedades que tenemos de adultos, como el cáncer, tienen que ver con la programación y el entorno que vivimos en los primeros seis años de vida.

Es decir, los niños absorben también sus enfermedades o sus actitudes negativas, y así se ‘programa’ su subconsciente. ¡Qué gran responsabilidad para los padres!

La gente, cuando oye esto, se preocupa, se culpa. Pero no eres culpable si tú no sabes que el subconsciente funciona así. No lo sabían nuestros padres, ni nuestros abuelos ni bisabuelos. Ahora bien, cuando lo entiendes, tienes que cambiar tu manera de vivir, porque entonces sí eres responsable. Está demostrado que si un niño adoptado vive en su familia casos de cáncer, en su madurez puede padecer cáncer aunque su genética sea diferente. Sería algo así como conducir un coche: si te enseñaron a conducir mal y has automatizado esa forma de conducir, pues lo más probable es que tengas accidentes. Si te enseñaron a maltratar tu cuerpo con mala información, destruirás el vehículo de tu cuerpo, cuyo conductor es la mente. El futuro es una mejor educación para los niños, incluso en la etapa prenatal.

¿Podemos reprogramar el subconsciente para estar más sanos o ser más felices con nuestra vida?

Los comportamientos que vienen del subconsciente no los percibes y pueden estar haciéndote daño. Quizás te sientes enfermo y echas la culpa a otra cosa. Al cambiar estos programas erróneos en el subconsciente, puedes recrear toda tu vida. Hay varias maneras de hacerlo. Se piensa que, cuando la mente consciente registra algo, la subconsciente también filtra esa informacion, pero no es así. La mente consciente es creativa y la subconsciente trata de todos los hábitos. Si le enseñas al subconsciente algo diferente, se lo enseñas también a la consciente, pero no al revés. Por ello, la manera de reprogramar es repetir y repetir hasta que se crea un hábito. Si leo un libro de autoayuda, mi mente consciente dice: “Sé todo lo que hay en el libro y lo aplico”, pero la subconsciente no se entera de nada. Entonces, piensas: “¿Por que sé tanto y todavía mi cuerpo no funciona?”. Los pensamientos positivos, el conocimiento… solo funcionan el 5% del tiempo, pero el 95% son los hábitos que tengo desde mi niñez. Y esa es la razón por la que los pensamientos positivos no son suficientes. Ayudan, pero no ves muchos resultados. Todo sigue igual hasta que no cambias el subconsciente. Técnicas de psicología basadas en la energía como la hipnosis o el Psych-K son una manera de cambiar el subconsciente, es como un aprendizaje rápido.

Con su investigación, ha aunado ciencia y creencia, un binomio que evita la mayoría de los científicos. ¿Usted cree en la eternidad?

Absolutamente, sí. No hay dos personas iguales, y lo digo desde el punto vista biológico. Si cojo mis células y las traslado a tu cuerpo, no soy yo, el sistema inmunitario las rechaza. En las células hay como una especie de antenas en miniatura. Son receptores y algunos son autorreceptores. Tú tienes diferentes autorreceptores a los míos. Pero los receptores reciben las señales del entorno. Si corto esos receptores, la célula no tiene ninguna identidad, porque no le viene de dentro sino de fuera. Para explicarlo de forma gráfica, diría que el cuerpo es como un televisor: mis antenas captan y reproducen el programa televisivo de Bruce. Esos receptores recogen esa transmisión. Si estoy viendo la tele y se estropea el tubo de la imagen, ha muerto el televisor, pero sigue la transmisión. Así que cojo otra, la enciendo, conecto el canal y vuelvo a ver el programa de Bruce, pero en otra tele, o lo que es lo mismo, en otro ser. Si ese ser tiene los mismos receptores que tienes tú, volverás a estar trasmitiendo lo mismo, pero en otro cuerpo. Esto explica la reencarnación y quiere decir que el cuerpo puede ir y venir, pero la transmisión siempre está ahí.

¿Eso le hizo creer que tenemos espíritu?

Nunca había creído en el espíritu, pero cuando comprobé esto en la célula, me cambió la vida entera. La pregunta que me planteé es: ¿por qué esa duplicidad?, ¿por qué tener un espíritu y un cuerpo? Y la respuesta vino de mis células: si solo existiera el espíritu, ¿a qué sabe el chocolate? Solo con la parte espiritual, ¿cómo vivir una puesta de sol? ¿Qué se siente cuando se está enamorado? Todas esas sensaciones vienen de las células del cuerpo, que puede oler, sentir, tener experiencias. Recoge todo eso, lo transmite al cerebro. Se convierte en vibraciones y lo transmite a la fuente del ser. Si se muere mi cuerpo, mi fuente de ser y mi espíritu tienen la memoria hasta que tenga otro cuerpo. La lección más importante es que estar vivo es un regalo, una alegría por todo lo que podemos sentir. Cuando hagamos eso, todo el mundo estará sano.

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http://ochorecintossagrados.info/Blog/los-pensamientos-curan-mas-que-los-medicamentos/





miércoles, 9 de octubre de 2013

AMO DE TU RESPIRACIÓN


"Si puedes convertirte en el amo de tu respiración, puedes convertirte en el amo de tus emociones...

a) Respira profundamente durante todo el día, sin forzar, lenta y profundamente, siempre que te acuerdes, y siéntete relajado y sin tensiones.

b) Observa tu respiración, obsérvala. Cuando exhales, acompáñala; cuando inhales, acompáñala. Si eres capaz de observar tu respiración, ésta será muy profunda, silenciosa, rítmica. Siguiendo la respiración serás muy, muy diferente, porque esta constante atención sobre la respiración, te liberará de la mente. La energía que normalmente utilizamos para pensar, será utilizada para observar. Esta es la alquimia de la meditación: transformar la energía utilizada para pensar en observación... como dejar de ser un pensador y convertirte en un testigo. Pero sé juguetón cuando observes tu respiración, no lo conviertas en un trabajo.

c) Usa tu respiración para ser consciente de la vida y de la muerte simultáneamente. Cuando uno exhala, esto se asocia con la muerte; cuando uno inhala, se asocia con la vida. Al exhalar, mueres; al inhalar, renaces. "Vida y muerte no son dos cosas, separadas, divididas: son una sola. Y en cada momento, las dos están presentes. Recuerda esto: exhalas, siente que estás muriendo. No tengas miedo. Si tienes miedo, alterarás la respiración.

Acéptalo: exhalar es morir. Y la muerte es bella. Es relajante".




   

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Sobre el tiempo, del Libro y Libro La Mirada Inocente de Jean Klein






Antes de decidir, convendría preguntarse sobre la naturaleza real del tiempo. Creemos pertenecer al tiempo, pero un examen más en profundidad nos muestra que no somos el tiempo. Ya se trate, en efecto, del tiempo exterior, mecánico, astronómico, o del sentimiento interior de la duración, el tiempo aparece como un objeto percibido. Sea cual fuere la unidad que se considere, del año al segundo, el tiempo objetivo corresponde de hecho al recorrido de un espacio, la revolución de nuestro planeta o la trayectoria de una aguja en una esfera. Tiempo y espacio son inseparables. El tiempo objetivo no tiene, pues, un carácter absoluto, no tiene realidad en sí, es correlativo al espacio. En cuanto al tiempo psicológico, la duración interior, sabemos bien que es esencialmente variable según las circunstancias y los individuos. Debemos constatar la relatividad de la noción de tiempo.

Si llevamos más lejos el análisis, deberemos admitir además que el tiempo, lejos de existir independientemente de nosotros, aparece como una categoría, una construcción de la mente humana. Sin la distinción entre pasado, presente y futuro no hay tiempo propiamente hablando. Ahora bien, esta distinción resulta artificial. En efecto, la conciencia y su objeto son uno y no puede haber más que un sólo objeto de conciencia a la vez. Por consiguiente, cuando pienso en el presente, no existen ni pasado ni futuro. Sucede lo mismo con cada uno de los otros dos términos: si pienso en el pasado, no hay ni presente ni futuro; si pienso en el futuro, no hay ni presente ni pasado. La ligazón entre estos tres términos, que constituye propiamente la definición de tiempo, no es más que una operación de la memoria. Sin memoria no hay tiempo. El tiempo no es más que memoria.


Pero el proceso intelectual de la memoria no es otra cosa que un objeto de la conciencia. En realidad, cualquiera que sea el contenido de la conciencia, un recuerdo, un proyecto, una percepción, éste contenido está siempre en el presente. Sólo el ahora existe. El único tiempo real es el presente que constituye nuestro eje; por consiguiente, el tiempo, en el sentido corriente del término, no existe. Pasado, presente y futuro pueden ser pensados, pero no pueden serlo más que en el presente. No hay, pues, realmente, pasado y por consiguiente, no hay memoria. Vivir en el presente no es pues un objetivo que deba ser alcanzado, es nuestra naturaleza misma. No somos nunca prisioneros del pasado sino únicamente de la creencia errónea de que ese pasado permanece presente. La cuestión del tiempo se desvanece cuando tomamos conciencia de nuestra dimensión auténtica, el presente eterno. No se trata de una simple concepción teórica sino de una experiencia que transmuta toda nuestra existencia.


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sábado, 14 de septiembre de 2013

“EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS”














Lyon 3 octubre 1804 – París 31 marzo 1869




CAPÍTULO VIII

EMANCIPACIÓN DEL ALMA

1. El dormir y los sueños. – 2. Visitas espíritas entre personas vivas. – 3. Transmisión oculta del pensamiento. – 4. Letargo, catalepsia. Muertes aparentes. – 5. Sonambulismo. – 6. Éxtasis – 7. Segunda vista. – 8. Resumen teórico del sonambulismo, del éxtasis y de la segunda vista.

EL DORMIR Y LOS SUEÑOS

 – ¿El Espíritu encarnado permanece voluntariamente en su envoltura corporal?

– Es como si preguntases si el prisionero se alegra con la prisión. El Espíritu encarnado aspira sin cesar a su liberación y cuanta más grosera es la envoltura, más desea librarse de ella.

 Durante el sueño, ¿descansa el alma como el cuerpo?

– No, el Espíritu jamás está inactivo. Durante el sueño, los lazos que le unen al cuerpo se aflojan y el cuerpo no necesita del Espíritu. Entonces recorre el espacio y entra en relación más directa con otros Espíritus.

 ¿Cómo podemos apreciar la libertad del Espíritu durante el sueño?

– Por los sueños. Bien puedes creer que cuando reposa el cuerpo, el Espíritu posee más facultades que en vigilia. Tiene conocimiento del pasado y algunas veces previsión del futuro.

Adquiere mayor energía y puede entrar en comunicación con otros Espíritus, ya sea en este mundo, ya en otro. Muchas veces dices: He tenido un sueño estrambótico, horrible; pero inverosímil. Te equivocas, pues con frecuencia es recuerdo de lugares y cosas que has visto o presentimiento de lo que verás en otra existencia o en otra época. Estando el cuerpo entorpecido, el Espíritu se esfuerza en romper sus cadenas, inquiriendo en el pasado y en el futuro.

¡Pobres hombres, cuán poco conocéis los fenómenos más simples de la vida! Creéis ser muy sabios y las cosas más insignificantes os ponen en aprieto. Quedáis turbados con esta pregunta que os dirigen todos los niños: ¿Qué hacemos mientras dormimos y qué es el sueño?

El sueño libera parcialmente el alma del cuerpo. Cuando se duerme, se está por un momento en el mismo estado en que se encuentra el hombre, de manera fija, después de la muerte. Los Espíritus que con prontitud se separan de la materia en el acto de la muerte, han tenido sueños inteligentes. Cuando duermen, se reúnen a la sociedad de otros seres superiores a ellos; viajan, hablan y se instruyen con ellos, y hasta trabajan en obras que encuentran hechas al morir. Esto debe enseñaros una vez más, a no temer a la muerte, puesto que morís todos los días, según las palabras del santo. Esto respecto de los Espíritus elevados. Pero, la mayoría de los hombres que, al morir, han de permanecer largas horas en turbación, en esa incertidumbre de qué os han hablado, esos van a mundos inferiores a la Tierra, a donde les llaman antiguos afectos, o buscan quizá placeres más bajos que los que tienen y doctrinas más viles aún, más innobles, más nocivas que las que entre vosotros profesan. Y lo que engendra la simpatía en la Tierra no es otra cosa que el hecho de sentirse uno al despertar, aproximado por el corazón a aquellos con quienes se acaban de pasar ocho o nueve horas de dicha o de placer. Explica también esas antipatías invencibles el conocer en el fondo del corazón que tales gentes tienen distinta conciencia de la nuestra; porque las reconocemos sin haberlas visto nunca con los ojos. Explica asimismo la indiferencia; porque no nos inclinamos a buscar nuevos amigos, sabiendo que tenemos otros que nos aman y nos quieren. En una palabra, el sueño influye en vuestra vida más de lo que pensáis.

Por medio del sueño, los Espíritus encarnados están siempre en relación con el mundo de los Espíritus; y por esto los superiores consienten sin mucha repugnancia en encarnarse entre vosotros. Dios ha querido que, durante su contacto con el vicio, puedan ir a renovarse en las fuentes del bien, para que ellos, que vienen a instruir a otros, no fallen también. El sueño es la puerta que Dios les abrió para que vayan hasta sus amigos del cielo. Es el recreo después del trabajo, mientras esperan la gran liberación, la liberación final que debe restituirlos a su verdadero medio.

El sueño es el recuerdo de lo que vuestro Espíritu ha visto mientras dormíais; pero observad que no siempre soñáis; porque no recordáis siempre lo que habéis visto. Vuestra alma no está en pleno desdoblamiento y muchas veces el sueño no es más que el recuerdo de la turbación que se une a vuestra partida o a vuestro regreso, al cual se junta el de lo que habéis hecho o lo que os preocupó en estado de vigilia. Y de no ser así, ¿Cómo explicaríais esos sueños absurdos que tiene tanto el más sabio, como el más ignorante? Los Espíritus malos se aprovechan también de los sueños para atormentar a las almas débiles y pusilánimes.

Por lo demás, dentro de poco veréis desarrollarse otra especie de sueños, que aunque tan antigua como la que conocéis, la ignoráis ahora. El sueño de Juana, de Jacob, de los Profetas judaicos y de algunos adivinos hindúes. Ese sueño es el recuerdo del alma, completamente separada del cuerpo, el recuerdo de esa segunda vida de la que siempre os hablo.

Procurad distinguir bien estas dos especies de sueños en aquellos que recordáis; pues sin ello caeríais en contradicciones y errores que serían funestos a vuestra fe.

Los sueños son producto de la emancipación del alma, que se hace más independiente por la suspensión de la vida activa y de relación. De aquí una especie de clarividencia indefinida que se extiende a los más lejanos lugares, o a los que jamás se han visto y a veces hasta a otros mundos, así como el recuerdo que trae a la memoria los acontecimientos ocurridos en la presente existencia o en las existencias anteriores. La rareza de las imágenes de lo que ocurre o ha ocurrido en mundos desconocidos, entremezcladas con las cosas del mundo actual, forman esos conjuntos estrambóticos y confusos que parece que no tienen sentido ni trabazón.

La incoherencia de los sueños se explica también por los claros que produce el recuerdo incompleto de lo que se nos ha aparecido mientras dormimos. Tal sucedería con un relato del cual se hubiesen sacado al acaso frases o partes de estas, pues reunidos los fragmentos restantes carecerían de significación razonable.

 – ¿Por qué no nos recordamos siempre de los sueños?

– Lo que tú llamas dormir no es más que el descanso del cuerpo, porque el Espíritu está siempre en movimiento. Así recobra algo de su libertad y se comunica con los que ama, ya en éste, ya en otros mundos. Pero como el cuerpo es materia pesada y grosera, difícilmente conserva las impresiones que ha recibido el Espíritu; porque no las ha percibido por medio de los órganos del cuerpo.

 – ¿Qué debe pensarse de la significación atribuida a los sueños?

– Los sueños no son verdaderos en el sentido que entienden los que dicen la buenaventura; porque es absurdo creer que soñar tal cosa anuncia tal otra. Pero son verdaderos en el sentido de que presentan imágenes reales al Espíritu, pero con frecuencia no guardan relación con lo que ocurre en la vida corporal. Muchas veces, también, como ya lo hemos dicho, son un recuerdo, y por fin, pueden ser a veces, un presentimiento del futuro, si Dios lo permite, o la videncia de lo que pasa en ese momento en otro lugar, para donde se transporta el alma. ¿No tenéis numerosos ejemplos de personas que se aparecen en sueños y advierten a sus parientes o amigos lo que les pasa? ¿Qué son esas apariciones sino el alma o Espíritu de esas personas que viene a comunicarse con el vuestro? Cuándo tenéis certeza de que realmente ha sucedido lo que habéis visto, ¿no es una prueba de que ninguna parte ha tomado la imaginación, sobre todo si lo ocurrido está muy lejos de vuestro pensamiento durante la vigilia?