lunes

NOAM CHOMSKY Y LAS 10 ESTRATEGIAS DE MANIPULACIÓN MEDIÁTICA










Noam Chomsky y las 10 Estrategias de Manipulación Mediática . 
El lingüista Noam Chomsky elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios:



1.LA ESTRATEGIA DE LA DISTRACCIÓN.

El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.

La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2.CREAR PROBLEMAS Y DESPUÉS OFRECER SOLUCIONES..

Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. LA ESTRATEGIA DE LA GRADUALIDAD.

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. LA ESTRATEGIA DE DIFERIR.

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. DIRIGIRSE AL PÚBLICO COMO CRIATURAS DE POCA EDAD.

La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

6. UTILIZAR EL ASPECTO EMOCIONAL MUCHO MÁS QUE LA REFLEXIÓN.

Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. MANTENER AL PÚBLICO EN LA IGNORANCIA Y LA MEDIOCRIDAD.

Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. ESTIMULAR AL PÚBLICO A SER COMPLACIENTE CON LA MEDIOCRIDAD. PROMOVER AL PÚBLICO A CREER QUE ES MODA EL HECHO DE SER ESTÚPIDO VULGAR E INCULTO.…

9. REFORZAR LA AUTOCULPABILIDAD.

Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. CONOCER A LOS INDIVIDUOS MEJOR DE LO QUE ELLOS MISMOS SE CONOCEN.


En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.
Rodolfo Walsh


💗



martes

Emoción y Sentimiento






Sin excepción, hombres y mujeres de todas las épocas y culturas, de diversos niveles de educación y diferentes estratos económicos, experimentan emociones, perciben emociones ajenas, cultivan pasatiempos que manipulan sus emociones, y gobiernan sus vidas en gran medida buscando una emoción, la dicha, y evitando emociones desagradables. A primera vista, nada hay distintivamente humano en las emociones pues es notorio que abundan en criaturas no humanas. Lo peculiar es cómo se conectaron con ideas complejas, valores, principios y juicios privativos de la familia humana, y en esta conexión reposa nuestra legítima idea de que la emoción humana es especial. La emoción humana no sólo implica placeres sexuales o temor a las víboras. También incluye el horror de ver sufrir y la satisfacción ante la justicia, el gozo por la sonrisa sensual de una mujer hermosa, o la densa belleza de las palabras e ideas en los versos de Shakespeare; la voz cansina de Dietrich Fischer-Dieskau cuando canta Ich habe genug de Bach; los fraseos simultáneamente terrestres y celestiales cuando se interpreta a Mozart o Schubert, y la armonía que Einstein buscó en la estructura de una ecuación. De hecho, la música comercial y los filmes de poco valor también estimulan emociones, cuya potencia nunca debe ser subestimada.

El impacto humano de estos motivos de emoción, refinados o no, y de los matices emocionales que inducen, sutiles o no, depende de los sentimientos que esas emociones generan. Las emociones, que son públicas y dirigidas hacia el exterior, empiezan a tener impacto en la mente a través de los sentimientos, que son íntimos y dirigidos hacia el interior; pero el impacto entero y duradero de las emociones precisa de la consciencia, porque el individuo solo logra conocer sus propios sentimientos con la llegada de la sensación del self.

Algunos lectores se extrañarán ante la distinción entre sentimiento y saber que tenemos un sentimiento. Acaso el estado de sentir no implica, por necesidad, que el organismo sensible está consciente de la emoción y el sentimiento que se están sintiendo? Sugiero que no es así, que cualquier organismo puede representar, en patrones neurales y mentales, el estado que nosotros criaturas conscientes – denominamos sentimiento, sin llegar a saber que lo está experimentando. Esta separación es difícil de imaginar, no sólo porque el significado tradicional de las palabras ocluye nuestra percepción, sino porque propendemos a tener consciencia de nuestros sentimientos. No existe, empero, evidencia alguna de que tengamos consciencia de todos nuestros sentimientos, y mucho tiende a sugerir que no la tenemos. Por ejemplo, en una situación dada suele ocurrir que nos percatemos súbitamente de que nos sentimos ansiosos o incómodos, complacidos o relajados, y es innegable que el singular estado de sentimiento que experimentamos empezó antes del momento en que conocimos su existencia. Ni el estado de sentimiento ni la emoción que llevó a él estuvieron en la consciencia, y sin embargo se desplegaron como procesos biológicos.

Aunque a primera vista estas distinciones pueden parecer artificiales, mi intención no es complicar algo sencillo sino escindir algo bastante complicado en partes capaces de ser enfocadas separadamente. Con el propósito de investigar estos fenómenos distingo tres partes del procesamiento a lo largo de un continuo: estado de emoción, que puede ser desencadenado y ejecutado de un modo no consciente; estado de sentimiento, capaz de ser representado no conscientemente, y estado de sentimiento hecho consciente, esto es, conocido por el organismo que experimenta emoción y sentimiento. Creo que estas distinciones ayudan cuando intentamos imaginar los soportes neurales de esta serie de sucesos en el ser humano. Además, sospecho que algunas criaturas no humanas que muestran emociones, pero en apariencia no cuentan con la calidad de consciencia que nosotros poseemos, pueden dar forma a las representaciones que denominamos sentimientos sin percatarse de ello. Alguien puede sugerir que tal vez debiéramos tener otra palabra para sentimientos no conscientes, pero no existe. La alternativa más cercana es explicar lo que queremos decir.

En pocas palabras, para que los sentimientos influyan en el individuo más allá del aquí y ahora tiene que estar presente la consciencia. Las consecuencias fundamentales de la emoción y el sentimiento humanos dependen de la consciencia, hecho cuya importancia no fue bien calibrada en su momento. Es probable que en el proceso evolutivo la emoción apareciera antes que la consciencia, y se situara en la superficie en cada uno de nosotros debido a inductores que solemos no reconocer conscientemente. Pero los sentimientos desempeñan sus efectos más fundamentales y perdurables en el teatro de la mente consciente.

💗


http://alcione.cl/?p=113





sábado

El niño-a herido que llevamos dentro







Cuando uno se encuentra comprometido en un proceso de crecimiento es importante haber clarificado todo lo que sobresale en la infancia, aquello que nos ha marcado dolorosamente. Los sufrimientos del pasado consumen nuestras energías porque estas son necesarias para relegarlos al inconsciente y bloquearlos. Estos sufrimientos enquistados engendran reacciones repetitivas y desproporcionadas que hacen a la persona vivir en desarmonía, siendo un obstáculo para la plena realización de uno mismo.

La necesidad de ser pequeño (a):

Para poder vivir las potencialidades que le habitan y llegar a ser él mismo, el niño necesita recibir un cierto número de cosas de las personas que son importantes para él. Si la recibe, crece como el junquillo en primavera que, recibiendo el sol, el agua, el alimento que necesita, sale de la tierra y se despliega en todo su ser de junquillo. Si el niño no recibe todo lo que necesita, vegeta, o puede experimentar una represión, incluso puede llegar a negar sus necesidades para no sufrir de quienes no las oyen.

Las necesidades no satisfechas, e incluso las necesidades negadas, no por eso están menos vivas. Se despertarán cuando, al llegar a ser joven o adulto, el niño de ayer se encuentre frente a una persona en una relación de ayuda que sea susceptible de responder a ellas. Consciente o inconscientemente, sentirá a esa persona como un padre o una madre, es decir, como un lugar matriz en el que pueda permitirse vivir su necesidad de ser pequeño, es decir, todas esas necesidades que no encontraron entonces una respuesta adecuada.

Es importante dejar que se despierte conscientemente la necesidad de ser pequeño (a) y atreverse a expresar a la persona en cuestión las diversas necesidades que, entonces, están naciendo. Si esa persona puede acoger esas necesidades sin reírse o burlarse, si las comprende en profundidad y si puede responder a ellas, entonces:

a) se recibe lo que faltó. De ello viene un apaciguamiento , una distensión interior, un hilillo de vida y, por lo tanto, un crecimiento; y

b) al recibir ese hilillo de vida y ese crecimiento, el sufrimiento de la no-respuesta se agudizará.
Se genera un doble proceso:

- Hay un despertar de los sufrimientos del pasado. Para curarse de ellos habrá que revivirlos conscientemente en su cuerpo. Entonces, la tensión nerviosa que se había producido en esa época, se soltará. Será la curación. La persona encontrará su estado original de armonía;

- Hay crecimiento. Las potencialidades dormidas, habiendo encontrado el ambiente que les convenía, comienzan a actualizarse.

La desaparición de la necesidad de ser pequeño (a) es uno de los síntomas de la curación total, es decir, de la curación de la no-existencia y de la curación de todas las heridas periféricas.

Como he compensado mi herida de no existencia:

Para poder existir en el corazón de sí mismo y traducir en actos los aspectos esenciales de lo que él es, el niño necesitaba ser visto y reconocido. En lo esencial, era necesario vivir esa experiencia, más aún: necesitaba que los otros fueran felices por ello. Si ha sido negado en lo esencial, ha sido herido y no ha podido traducir en actos lo que era esencialmente. A esto le llamamos la herida de la no-existencia.

Deseando vivir a pesar de todo, y deseando conseguir la benevolencia de las personas importantes que lo habían herido y de las que no puede prescindir, se ponen en marcha mecanismos de supervivencia y de compensación. (Es importante aclarar que a la palabra compensación y al verbo compensar no se le da aquí un sentido peyorativo. Compensar aquí, es hacer algo para restablecer el equilibrio). Cómo se puede compensar la imposibilidad de existir en lo esencial de uno para esas personas que nos son tan importantes?

1.- Viviendo aspectos personales que a las personas significativas les agradaban y que atraían su afecto, incluso su apoyo, como por ejemplo: Intentar brillar en los estudios, los deportes, las artes y la vida social;

2.- Viviendo aspectos o cualidades personales fuera de la familia, por ejemplo: con jóvenes de la misma edad, buscando allí ser alguien.

Al llegar a adulto, uno puede llegar a construirse sobre aspectos personales disponibles, es decir, en los aspectos no-heridos. Se puede alcanzar una buena estatura de personalidad, enfrentarse a la vida, construir un lugar importante en la sociedad y ser eficaz. Pero, no por ello uno está menos herido en el corazón de sí mismo. Pero, efectivamente se ha compensando y el equilibrio puede incluso ser satisfactorio. al menos, para los que miran desde el exterior.

Mi Sistema de Defensa:

El sistema de defensa empieza muy temprano en la infancia. Aparece cuando uno se siente en peligro frente a alguien. En el niño que empieza a existir según lo que él es, este sistema aparece cuando las personas que son importantes a sus ojos no lo reconocen, o no lo aceptan en lo que él aspira a vivir.

Pueden aparecen dos sistemas de defensas: Uno es frente a los otros que es la que primero aparece, y la otra es frente a uno mismo.

Las defensas se pueden representar como murallas o barreras. Estas pueden ser más o menos altas, más o menos gruesas.

1. Se construye una distancia contra los otros, ya sea como rechazo o como ataque.

2. Se distancia de los otros, sin embargo, permanece en contacto con ellos porque no puede cortar la relación, ya que se los necesita para vivir o para sobrevivir.

3. Se endurece frente a ellos.

4. Se endurece con respecto a sí mismo, contra el propio sufrimiento, es decir el rechazo está vuelto contra uno mismo.

5. Niega sus propias necesidades para no sufrir. Esto significa que la negación puede ir hasta el ahogo de todas las aspiraciones de vivir y de todas las necesidades.

Mis reacciones desproporcionadas y repetitivas:

Dentro de nosotros existen zonas sanas y también zonas heridas, éstas pueden ser conscientes, pero en muchas ocasiones ellas permanecen en forma inconsciente.

Durante nuestra vida diaria nos vemos afectados por diversas situaciones con las personas que nos rodean, frente a las cuales reaccionamos en general de forma normal. Cuando decimos que una reacción es normal estamos diciendo que la reacción es proporcional a la situación que estamos viviendo. Pero muchas veces nos sucede que sobre-reaccionamos a estas situaciones, es decir, la reacción es agresiva y además desproporcionada. Estas reacciones desproporcionadas son la puerta real para entrar en nuestras heridas del pasado, nos revelan la existencia de bolsas de sufrimiento desconocidas, que nos pueden conducir al corazón de nuestro pasado doloroso para revivirlo y curarnos de él.

Nuestras reacciones desproporcionadas se detectan fácilmente cuando estamos atentos a ese fenómeno. Sin embargo, se nos pueden escapar. Por eso es que hay que vigilar para detectarlas. y para ello, primero hay que darse cuenta cuando una reacción es desproporcionada a la situación que estoy enfrentando, y luego tirar del hilo para hacer consciente la historia que hay detrás de dicha reacción.

Para ir en búsqueda de mis heridas del pasado puedo:

a) Buscar la sensación dolorosa de hoy recordando lo que la provocó.

b) Cuando encuentro la sensación, me vuelvo hacia el pasado y busco qué me hizo mal entonces? Cuándo se produjo? Qué funcionó mal en mí entonces?

c) Voy lo más lejos posible por el camino del pasado.

d) Me detengo cuando la sensación desaparece.

Desdramatizar el presente es importante para no exagerar los acontecimientos y no envenenar las relaciones de hoy. Efectivamente por causa de estas bolsas de sufrimiento uno ha exagerado la situación que, si uno la analiza, se da cuenta que tiene relación con lo que causó la herida.

Llegará un día en que nuestro sistema de defensa desaparecerá porque estaremos sanados totalmente de nuestro pasado. Esto sucede progresivamente a medida que uno se vuelve fuerte en su ser interior y es capaz de existir según lo que realmente es.


André Rochais


💗





Las Religiones Organizadas, otro Peligro para la Humanidad





DISCIERNE, REFLEXIONA, DIFERENCIA Y CONFRONTA

Hemos de recordar, que la Religión es un estado de Consciencia que nos permite identificarnos y sentirnos parte de una Energía Divina Superior, una fuente de la cual formamos parte, y que no requiere de intermediarios.

Las religiones Organizadas son todas las agremiaciones que a través de la historia de la humanidad, han creado, caos, diferencias, guerras, conflictos , usando el nombre Dios para ello, Son las que crearon el mito que necesitas intermediarios para acercarte a Dios, Y Religiones Organizadas son Todas.

La religión es la más alta aspiración de la consciencia humana, es la búsqueda individual de la verdad.

La verdad interna no pertenece al conocimiento común. Cada cual ha de entrar en sí mismo; cada vez es un nuevo descubrimiento. No importa cuánta gente haya alcanzado su Realización, su Despertar. En cuanto lo alcanzas, es absolutamente nuevo, porque no puede tomarse prestado. La búsqueda consiste básicamente en llegar a conocer tu interior. Tienes una parte externa, y ninguna parte externa existe sin una interna. La propia existencia de lo externo es la prueba de la existencia del mundo interior. El mundo interior está formado por tres capas: los pensamientos son la más superficial, los sentimientos son más profundos, y luego está el ser, que es tu divinidad. Conocer la propia divinidad, la propia eternidad, es la búsqueda fundamental de la religión.

Todos los sentidos te llevan hacia el exterior: los ojos se abren para mirar lo exterior, los oídos oyen lo que sucede en el exterior, tus manos tocan lo que hay en el exterior. Los sentidos son las puertas para salir. Y recuerda siempre que la puerta que te sirve para salir, también te sirve para entrar; la misma puerta por la que sales de tu casa, es por la que entras cuando regresas. Sólo cambia el sentido. Para salir necesitas tener los ojos abiertos; para entrar necesitas cerrarlos; has de mantener todos tus sentidos callados.

El primer encuentro es con la mente; pero esa no es tu realidad. Aunque esté en tu cerebro, no eres tú; es el reflejo del exterior. Todos tus pensamientos son un reflejo del exterior. Por ejemplo, un ciego no puede imaginarse los colores porque no los ha visto; por lo tanto ese reflejo no es posible. El ciego ni siquiera sabe qué es la oscuridad y debido ha que nunca ha visto ni luz ni oscuridad, no hay posibilidad de reflejo alguno. El ciego no conoce ni la luz, ni la oscuridad; para él esos dos términos carecen de sentido. Y si analizas tus pensamientos descubrirás que surgen en tu interior debido a la realidad exterior, de manera que son básicamente externos. Reflejos en el lago interior de tu consciencia.

Pero debido a estos pensamientos... una multitud inmensa que se va acumulando en ti creando una muralla china... Tienes que ir más allá de tus pensamientos. Y la religión conoce un solo método; con diferentes nombres, pero un solo método: la observación, el ser testigo. Simplemente observa tus pensamientos, sin juzgarlos, sin condenarlos, sin darles importancia... con un extremo desapego. Simplemente observa tus pensamientos fluyendo sobre la pantalla de tu mente. Y a medida que el observador se fortalece, tus pensamientos van disminuyendo. Si el observador supone el diez por ciento de tu energía, entonces el noventa por ciento se desperdicia en pensamientos. Si tu observador absorbe el noventa por ciento, entonces sólo el diez por ciento se invierte en pensamientos. En el momento en que tú eres cien por cien un observador, la mente queda vacía.

Todo este proceso es lo que se conoce como meditación. Al atravesar los pensamientos llegas a la segunda capa, la de los sentimientos, la de tu corazón, que es más sutil. Pero ahora tu observador es ya capaz de observar tus estados de ánimo, tus sentimientos, tus sensaciones; aunque sean de lo más sutil. Y el mismo método funciona como con los pensamientos; pronto no habrá sentimientos, sensaciones, estados de ánimo... Habrás ido más allá de la mente y del corazón. Ahora queda un silencio profundo; nada se mueve. Éste es tu ser. Esto eres tú. El sabor de tu ser es la verdad. La belleza de tu ser es la belleza de la Existencia.

El silencio de tu ser es el lenguaje que la Existencia entiende. Y recogido en tu ser, has llegado a casa, tu peregrinaje se ha terminado, tu lucha ha cesado. Cómodamente te asientas en silencio en tu ser. Un gran esplendor oculto se te revela porque no estás separado de la realidad; eres uno con ella. Los árboles, la luna, las estrellas y las montañas, todo es parte de una unidad orgánica. Tú eres también parte de esa unidad orgánica, eres parte de Dios.

La religión es el supremo logro del hombre. Más allá de la religión no hay nada, pero tampoco hay necesidad de nada más. Tu ser es tan extático, rebosa tanta felicidad, tanto silencio, tanta paz, tanta comprensión, tanto éxtasis, que por primera vez la vida se vuelve realmente una canción, una danza, una celebración. Pero la religión organizada es algo totalmente diferente, así que siento que debo aclararte que la religión auténtica es siempre individual. Cuando la verdad se organiza, muere; se convierte en una doctrina, en una teología, en una filosofía, pero deja de ser una experiencia, porque una multitud no puede tener experiencias. Las experiencias suceden sólo a los individuos.

Es casi como el amor. Con el amor no puedes crear organizaciones para no tener así que preocuparte, para que la organización se encargue de todo, para que el sacerdote, pastor, o ministro ame en tu lugar. Y eso es lo que le ha sucedido a la religión. Cada vez que un hombre descubre la verdad, inmediatamente una parte de la Humanidad la más astuta: los sacerdotes lo rodea. Empiezan a recopilar sus palabras, empiezan a interpretarlas y empiezan a proclamar que si la gente quiere saber la verdad, ha de hacerla a través suyo; ellos son los intermediarios de Dios. Pueden llamarse a sí mismos profetas, pueden hacerse llamar mensajeros, pueden escoger el nombre que sea, pero la realidad es que se han colocado a sí mismos como agentes de Dios. No conocen a Dios, pero en nombre de Dios explotan a la Humanidad.

La religión organizada es otra forma de política. Así como he condenado a la política como la más baja de las actividades humanas, lo mismo hago con las religiones organizadas. Tú puedes verlo: los sacerdotes, ministros, y los políticos han estado siempre en conspiración contra la Humanidad. Se han apoyado unos a los otros. Han dividido las cosas entre ellos para que lo mundano sea de los políticos -ahí gobiernan ellos- y tu vida interior pertenezca al sacerdote; ahí es él el que manda.

Uno a veces se asombra... parece increíble que en pleno siglo veinte algunos miembros de Religiones organizadas pueda declarar como lo hicieron hace unos meses que el comunicarse directamente con Dios es un pecado. Debes hacerlo por el conducto adecuado, a través del sacerdote, del ministro o pastor porque si la gente comenzara a dirigirse directamente a Dios -confesarse a Dios, rezarle a Dios- millones de sacerdotes, pastores, ministros o llámenles como quieran se quedarían sin empleo. Ellos no hacen nada; su función es engañarte. Tú no conoces el lenguaje de Dios ni eres tan evolucionado; por una simple donación a su iglesia o templo, ellos hacen el trabajo por ti.

Todas esas donaciones van a la bolsa de Estos comerciantes, No saben nada de Dios, pero son muy eruditos: pueden repetir las escrituras como loros. Pero su íntimo anhelo no es de Dios, ni de la verdad. No son buscadores; son explotadores.

Supe que un cura compró dos loros a los que enseñó -con mucho trabajo- hermosos pasajes sobre Jesucristo. Y todos estaban asombrados porque hablaban muy correctamente. Les hizo unos pequeños rosarios -para que estuviesen constantemente rezando y también les compró unas pequeñas Biblias... Así que tenían siempre sus Biblias abiertas mientras repasaban las cuentas. Aunque no podían leer lo sabían todo de memoria. El cura abría una página y decía: “Página doce". Y ellos empezaban a leer. No es que leyeran; repetían de memoria. El cura estaba muy satisfecho y pensó que sería bueno tener otro loro para enseñarle a decir sermones completos en vez de recitar la Biblia y rezar el rosario. Encontró un loro cuyo dueño le aseguró: "Su deseo será satisfecho; nunca he visto un loro tan inteligente”. Pero no se dio cuenta de que era un loro hembra. En cuanto fue puesto en la jaula con los otros dos loros -que estaban rezando el rosario y leyendo la Biblia- ambos miraron a la hembra y uno de ellos dijo: "¡Jorge, deja el rosario. Nuestras plegarias han sido escuchadas!".

Tus sacerdotes, ministros y pastores, no son más que loros y sus plegarias son para obtener poder, prestigio, dinero. Son políticos disfrazados. Hacen política en el nombre de Dios, la política de los números. Hay ahora setecientos millones de católicos; evidentemente el Papa es el hombre religioso más poderoso del mundo.

Todas las religiones ha incrementando el número de sus fieles utilizando diferentes métodos. A los musulmanes se les permite tener cuatro esposas para así engendrar cuatro niños al año. Han tenido un gran éxito; son la segunda gran religión después del cristianismo.

"Religión no organizada" es sólo una expresión sin contenido, sin significado; en ella se esconde la política de los números. Y lo sabes perfectamente. Cuando la selecciones se acercan, tus políticos van a ver al Shankaracharya. Durante cinco años nadie va a visitarle, pero cuando las elecciones se acercan, entonces el primer ministro visita al Shankaracharya; acude en peregrinación a templos situados en montañas tan altas como los Himalayas. ¿Para qué? Repentinamente surge una gran devoción religiosa, que declina en cuanto las elecciones terminan. Esta gente necesita los votos, tienen que mostrar respeto a los dirigentes de las religiones. Y un Shankaracharya se siente halagado cuando un primer ministro le toca los pies. Y los hindúes, los seguidores del Shankaracharya, piensan que su primer ministro es muy devoto.

Cuando el Papa viene a la India, incluso el presidente y el primer ministro con todo su gabinete forman en fila para recibirle en el aeropuerto. ¿Para qué? La tercera gran religión en la India es ahora el cristianismo y si muestras respeto por el Papa significa que todos los votos de los cristianos van a ser tuyos.

Las religiones organizadas ya sea el cristianismo o el hinduismo o el islamismo- o el judaísmo nunca han buscado la verdad. En dos mil años, ¿qué verdad ha organizado el cristianismo además de lo ya dicho por Jesús? Así que ¿qué necesidad hay de esta organización? No ha incrementado la religiosidad de la gente; simplemente ha repetido lo que dijo Jesús, lo que está a disposición de todos en los libros. En veinticinco siglos, ¿cuántos budistas han ido en busca de la verdad o la han hallado? Son sólo una larga fila de loros repitiendo lo que Gautama Buda encontró.

Y debes recordar que Buda no fue parte de ninguna religión organizada, ni tampoco lo fue Mahavira, ni Jesús. Ellos eran buscadores individuales. Ese es el privilegio y la dignidad del individuo.

Las religiones organizadas, al igual que los políticos, han provocado las guerras. Los nombres pueden cambiar: los políticos luchan por el socialismo, el comunismo, el fascismo, el nazismo... y las religiones organizadas luchan por Dios, por el amor, por su propio concepto de lo que es la verdad. Y millones de personas han resultado muertas en los choques entre cristianos y musulmanes, entre cristianos y judíos, entre musulmanes e hindúes, entre hindúes y budistas. La religión no tiene nada que ver con la guerra; es la búsqueda de la paz. Pero las religiones organizadas no están interesadas en la paz; están interesadas en volverse más y más poderosas y dominantes. Condenó a los políticos e igualmente condeno a las religiones organizadas, porque no son más que política. Por esto, cuando digo que la gente religiosa debe ser respetada, honrada y que los políticos deben acudir a ellos en demanda de consejo, no me refiero a las religiones organizadas; me refiero a los individuos religiosos. Y un individuo religioso no es ni hindú, ni cristiano, ni musulmán. ¿Cómo podría serlo? Dios mismo no es ni hindú, ni musulmán, ni cristiano, y el hombre que conoce algo de lo Divino adquiere los colores de la Divinidad, exhala el aroma de la fragancia divina.

En el antiguo Oriente, esta gente religiosa fue el más elevado florecimiento. Incluso reyes y emperadores acudían a ellos para postrarse a sus pies y recibir su bendición, para solicitar consejo sobre problemas difíciles de resolver.

Si queremos que el mundo siga existiendo, tenemos que retornar a nuestros antiguos días de infancia, cuando la persona religiosa no albergaba intereses privados. Por eso sus ojos estaban limpios, por eso su corazón era puro amor, su ser era en sí una bendición. Quien quiera que llegaba a él, era curado; sus problemas resueltos; obtenía nuevos enfoques para sus viejos problemas.

Las religiones organizadas deben desaparecer del mundo, han de abandonar su máscara de religiosidad. Son simplemente políticos, lobos con piel de cordero. Han de desvelar sus verdaderas intenciones; son políticos, no hay nada malo en ello. Siempre han sido políticos, pero han estado haciendo política en nombre de la religión.

Las religiones organizadas no tienen futuro alguno.

Deben abandonar su disfraz y mostrarse como políticos y ser parte del mundo político, para que así podamos encontrar al individuo auténticamente religioso, que es muy raro de encontrar. Pero unos cuantos individuos auténticamente religiosos, bastan para conducir al mundo entero hacia la luz, hacia la vida inmortal, hacia la verdad última.

MAESTRO OSHO


💗




jueves

LA MARIPOSA AZUL







Había una vez un viudo que vivía con sus dos hijas curiosas e inteligentes.

Las niñas siempre hacían muchas preguntas; alguna de ellas, él sabía responder, otras no.

El pretendía ofrecerles la mejor educación, por tanto mandó a las niñas de vacaciones con un sabio
que vivía en lo alto de una colina.

El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin ni siquiera dudar.

Impacientes las niñas decidieron inventar una pregunta que él no sabría responder.

Entonces, una de ellas apareció con una linda mariposa azul que usaría para engañar al sabio.





“¿Qué vas a hacer?”-

Preguntó la hermana, a lo cual le respondió:

“Voy a esconder la mariposa en mis manos y preguntarle al sabio si está viva o muerta” 

“Si él dijese que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que esta viva la apretaré y la aplastaré. Y así, cualquiera que sea su respuesta, ¡Será una respuesta equivocada!”

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.

-“Tengo aquí una mariposa azul. Dígame, sabio ¿está viva o muerta?”

Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:

“Depende de ti… Ella está en tus manos.”

Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro.

No debes de culpar a nadie cuando algo falle: somos nosotros los responsables por aquello que conquistamos (o no conquistamos).

Nuestra vida está en nuestras manos. Dios nos la dio, como la mariposa azul… Nos toca a nosotros escoger que hacer con ella.


(desconozco autor)


💗






sábado

La meditación - Dr.Ivan Seperezia








La meditación al permitirnos ingresar mentalmente en un estado de alerta en descanso, transforma, literalmente la bioquímica del cuerpo

Cada célula recibe el oxígeno o combustible para su metabolismo y elimina como desecho el anhídrido carbónico que por la sangre venosa llega al pulmón en donde es eliminado por la espiración. Si hay carencia de oxígeno, su disminución no significa una disminución en la eliminación del anhídrido carbónico celular, debido a que la célula, para no morir sigue metabolizando el oxígeno que queda en la sangre. La disminución del aporte de oxígeno al organismo provoca en la sangre arterial una disminución del oxígeno circulante y un aumento del anhídrido carbónico, alterándose el equilibrio del cociente respiratorio. Durante el estado de meditación se comprobó, para sorpresa de los escépticos científicos investigadores, que el anhídrido carbónico no aumenta sino que disminuye a la par con el oxígeno consumido. Es decir se mantiene el cociente respiratorio. Este descenso significa una natural reducción en el nivel metabólico de la actividad celular del organismo, es un "DESCANSO CELULAR" altamente beneficioso para cada célula corporal y para el conjunto en general.

El ritmo cardíaco disminuye al igual que la cantidad de sangre que fluye por las arterias desde el corazón, demostrando todo ello un profundo y armónico descenso metabólico durante la meditación.

  
💗

WEB http://mundomejorchile.com/367.html













martes

LA MIRADA INOCENTE DE JEAN KLEIN











La mirada inocente, libre de pasado y de futuro, abierta a la frescura del instante, es tu mirada original.

Debes cultivar la contemplación, debes contemplar tu cuerpo. Vas a darte cuenta que contemplas la imagen que te has formado de tu cuerpo.

Déjate visitar, encantar, por tu cuerpo.

En ese momento estás completamente receptivo, los esquemas habituales ya no tienen sitio y surge la percepción verdadera, simple, reflectiva.

Para encontrar lo que verdaderamente eres, es necesario, en la práctica, pasar primero por la contemplación de un objeto (tú mismo).

La contemplación no es concentración. El objeto percibido se deja completamente libre.

Lo que profundamente somos se encuentra detrás de toda percepción, detrás de la mente.

Entrégate completamente a ese silencio.

La imagen que tienes de tu cuerpo, la piensas, aparece y desaparece, mientras que el silencio es permanente y tu respiración es una expresión de alegría.

No respires; más bien, déjate respirar, entonces experimentarás que tu respiración no es más que alegría. Alegría simplemente de vivir.

Con el pensamiento dices: "yo soy el autor de mis actos". También con el pensamiento puedes decir: "yo soy el espectador de mis actos".

Estás atado a tus actos en el primer caso, pero estás abierto y libre en el segundo.

El pensamiento que era el vínculo de la servidumbre se convierte en instrumento de liberación.

Toda voluntad es intencionada y nace siempre de una estructura de miedo, de ansiedad, de deseo; la voluntad está animada por la memoria y nos encierra en un círculo vicioso donde no hay creatividad.

Repetimos constantemente los mismos clichés, los mismos procesos, la misma rutina.

La voluntad es necesariamente forzada, no es espontánea; imponemos a nuestro cuerpo disciplinas, exigencias, que son auténticos actos de violencia.

Pero hay otra voluntad más profunda que no procede de la persona que has proyectado, de la persona que conoces....Deja a tu cuerpo que te informe y ponte a la escucha.

De la misma manera, deja a tu cuerpo que te cuente su historia; en una escucha espontánea, silenciosa, descubre tu verdadera actitud interior.

En realidad, en algún momento dado en nuestra vida, nos damos cuenta que no hay nada que buscar, nada que encontrar....que las cosas no están fuera de ti, sino dentro.

Tú eres el conocedor sin el cual nada tiene existencia.

Todo lo que buscamos, ya lo somos.

Tenemos siempre la necesidad de afirmar la imagen que nos hemos hecho de nosotros mismos... la "personalidad”, pero la verdadera conducta se crea en cada momento.

Una vez utilizada en determinadas circunstancias, desaparece...Estamos siempre vacantes, sin fijación. Abiertos a la lucidez atenta, a la escucha. Abiertos a cualquier posibilidad y lo que surge de esa posibilidad lo toma el yo verdadero.

Ese yo que nosotros no conocemos, porque no es accesible a nuestra conciencia...

De ahí, que la existencia de una rígida "personalidad" definida, es totalmente hipotética.
Pero...nuestro cerebro ha sido entrenado, condicionado con vistas a un cierto comportamiento y de ello fluyen determinadas reacciones automáticas...en un movimiento horizontal, todo concepto aparentemente nuevo no es más que un reajuste de nuestros pre-juicios, enmarcados en un código de conducta y una extensión de los datos almacenados en nuestra memoria.
Nos han enseñado a percibir en función de una intención, en función de un análisis, de comparaciones, de justificaciones i metas etc.

Pero la vida, - nuestra vida - , no es solamente eso.

En realidad el único fin de todo ser no es esto o aquello,...sino ser.

Ser es suficiente en sí mismo. Ser nosotros, ser auténticos.

Por ahí debemos de partir. El mundo existe porque tú eres.

Tu psiquismo y tu cuerpo forman parte de él.

Esta comprensión instaura inmediatamente una distancia entre ti y el mundo.

A partir de ahí, el mundo aparece en el silencio de la libre observación y se despierta cada mañana al mismo tiempo que tú, y resulta que la conciencia no está en el mundo, sino a la inversa.... y cualquiera que sea el contenido de la conciencia, un recuerdo, un proyecto, una percepción, éste contenido está siempre en el presente.

Solo el ahora existe.

El único tiempo real es el presente que constituye nuestro eje.

Pasado, presente y futuro pueden ser pensados, pero no pueden serlo más que en el presente.

Por lo tanto, no somos nunca "prisioneros del pasado" sino únicamente de la creencia errónea de que ese pasado permanece presente.

Por último, en realidad, no hay nada que enseñar, lo que fundamentalmente somos, no se enseña.

El que "enseña" apunta hacia lo que es susceptible de enseñarse, es decir, hacia su naturaleza verdadera.

Nuestro cuerpo no es más que un esquema cerebral que se establece en nosotros cada mañana al despertar.

Este esquema es, a veces, "torpedeado" por una buena noticia que inmediatamente produce un aligeramiento y nos pone alas.

Por el contrario, una mala noticia desencadena un movimiento centrípeto..., una densificación.

Pero la transparencia no es nuestro estado ordinario.

Tomemos conciencia de que NO conocemos nuestro cuerpo, sino solamente su esquema.

En cuanto a la muerte, lo que viene después, no es más que una conjetura, una curiosidad.

Lo esencial es descubrir la vida.



💗







viernes

LA BELLA Y LA BESTIA - JEAN-MARIE LE PRINCE DE BEAUMONT









Había una vez un mercader muy rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres; y como era hombre de muchos bienes y de vasta cultura, no reparaba en gastos para educarlos y los rodeó de toda suerte de maestros. Las tres hijas eran muy hermosas; pero la más joven despertaba tanta admiración, que de pequeña todos la apodaban “la bella niña”, de modo que por fin se le quedó este nombre para envidia de sus hermanas.

No sólo era la menor mucho más bonita que las otras, sino también más bondadosa. Las dos hermanas mayores ostentaban con desprecio sus riquezas antes quienes tenían menos que ellas; se hacían las grandes damas y se negaban a que las visitasen las hijas de los demás mercaderes: únicamente las personas de mucho rango eran dignas de hacerles compañía. Se lo pasaban en todos los bailes, reuniones, comedias y paseos, y despreciaban a la menor porque empleaba gran parte de su tiempo en la lectura de buenos libros.

Las tres jóvenes, agraciadas y poseedoras de muchas riquezas, eran solicitadas en matrimonio por muchos mercaderes de la región, pero las dos mayores los despreciaban y rechazaban diciendo que sólo se casarían con un noble: por lo menos un duque o conde

La Bella -pues así era como la conocían y llamaban todos a la menor- agradecía muy cortésmente el interés de cuantos querían tomarla por esposa, y los atendía con suma amabilidad y delicadeza; pero les alegaba que aún era muy joven y que deseaba pasar algunos años más en compañía de su padre.

De un solo golpe perdió el mercader todos sus bienes, y no le quedó más que una pequeña casa de campo a buena distancia de la ciudad.

Totalmente destrozado, lleno de pena su corazón, llorando hizo saber a sus hijos que era forzoso trasladarse a esta casa, donde para ganarse la vida tendrían que trabajar como campesinos.

Sus dos hijas mayores respondieron con la altivez que siempre demostraban en toda ocasión, que de ningún modo abandonarían la ciudad, pues no les faltaban enamorados que se sentirían felices de casarse con ellas, no obstante su fortuna perdida. En esto se engañaban las buenas señoritas: sus enamorados perdieron totalmente el interés en ellas en cuanto fueron pobres.

Puesto que debido a su soberbia nadie simpatizaba con ellas, las muchachas de los otros mercaderes y sus familias comentaban:

-No merecen que les tengamos compasión. Al contrario, nos alegramos de verles abatido el orgullo. ¡Qué se hagan las grandes damas con las ovejas!

Pero, al mismo tiempo, todo el mundo decía:

-¡Qué pena, qué dolor nos da la desgracia de la Bella! ¡Esta sí que es una buena hija! ¡Con qué cortesía le habla a los pobres! ¡Es tan dulce, tan honesta!…

No faltaron caballeros dispuestos a casarse con ella, aunque no tuviese un centavo; mas la joven agradecía pero respondía que le era imposible abandonar a su padre en desgracia, y que lo seguiría a la campiña para consolarlo y ayudarlo en sus trabajos. La pobre Bella no dejaba de afligirse por la pérdida de su fortuna, pero se decía a sí misma:

-Nada obtendré por mucho que llore. Es preciso tratar de ser feliz en la pobreza.

No bien llegaron y se establecieron en la casa de campo, el mercader y sus tres hijos con ropajes de labriegos se dedicaron a preparar y labrar la tierra. La Bella se levantaba a las cuatro de la mañana y se ocupaba en limpiar la casa y preparar la comida de la familia. Al principio aquello le era un sacrificio agotador, porque no tenía costumbre de trabajar tan duramente; mas unos meses más adelante se fue sintiendo acostumbrada a este ritmo y comenzó a sentirse mejor y a disfrutar por sus afanes de una salud perfecta. Cuando terminaba sus quehaceres se ponía a leer, a tocar el clavicordio, o bien a cantar mientras hilaba o realizaba alguna otra labor. Sus dos hermanas, en cambio, se aburrían mortalmente; se levantaban a las diez de la mañana, paseaban el día entero y su única diversión era lamentarse de sus perdidas galas y visitas.

-Mira a nuestra hermana menor -se decían entre sí-, tiene un alma tan vulgar, y es tan estúpida, que se contenta con su miseria.

El buen labrador, el padre, en cambio, sabía que la Bella era trabajadora, constante, paciente y tesonera, y muy capaz de brillar en los salones, en cambio sus hermanas... Admiraba las virtudes de su hija menor, y sobre todo su paciencia, ya que las otras no se contentaban con que hiciese todo el trabajo de la casa, sino que además se burlaban de ella.

Hacía ya un año que la familia vivía en aquellas soledades cuando el mercader recibió una carta en la cual le anunciaban que cierto navío acababa de arribar, felizmente, con una carga de mercancías para él. Esta noticia trastornó por completo a sus dos hijas mayores, pues imaginaron que por fin podrían abandonar aquellos campos donde tanto se aburrían y además lo único que se les cruzaba por la cabeza era volver a la ociosa y fatua vida en las fiestas y teatros, mostrando riquezas; por lo que, no bien vieron a su padre ya dispuesto para salir, le pidieron que les trajera vestidos, chalinas, peinetas y toda suerte de bagatelas. La Bella no dijo una palabra, pensando para sí que todo el oro de las mercancías no iba a bastar para los encargos de sus hermanas.

-¿No vas tú a pedirme algo? -le preguntó su padre.

-Ya que tienes la bondad de pensar en mí -respondió ella-, te ruego que me traigas una rosa, pues por aquí no las he visto.

No era que la desease realmente, sino que no quería afear con su ejemplo la conducta de sus hermanas, las cuales habían dicho que si no pedía nada era sólo por darse importancia.

Partió, pues, el buen mercader; pero cuando llegó a la ciudad supo que había un pleito andando en torno a sus mercaderías, y luego de muchos trabajos y penas se halló tan pobre como antes. Y así emprendió nuevamente el camino hacia su vivienda. No tenía que recorrer más de treinta millas para llegar a su casa, y ya se regocijaba con el gusto de ver otra vez a sus hijas; pero erró el camino al atravesar un gran bosque, y se perdió dentro de él, en medio de una tormenta de viento y nieve que comenzó a desatarse.

Nevaba fuertemente; el viento era tan impetuoso que por dos veces lo derribó del caballo; y cuando cerró la noche llegó a temer que moriría de hambre o de frío; o que lo devorarían los lobos, a los que oía aullar muy cerca de sí. De repente, tendió la vista por entre dos largas hileras de árboles y vio una brillante luz a gran distancia.

Se encaminó hacia aquel sitio y al acercarse observó que la luz salía de un gran palacio todo iluminado. Se apresuró a refugiarse allí; pero su sorpresa fue considerable cuando no encontró a persona alguna en los patios. Su caballo, que lo seguía, entró en una vasta caballeriza que estaba abierta, y habiendo hallado heno y avena, el pobre animal, que se moría de hambre, se puso a comer ávidamente. Después de dejarlo atado, el mercader pasó al castillo, donde tampoco vio a nadie; y por fin llegó a una gran sala en que había un buen fuego y una mesa cargada de viandas con un solo cubierto. Quizás pecaría de atrevido, pero se dirigió hacia allí. La tentación fue muy grande, pues la lluvia y la nieve lo habían calado hasta los huesos; se arrimó al fuego para secarse, diciéndose a sí mismo: “El dueño de esta casa y sus sirvientes, que no tardarán en dejarse ver, sin duda me perdonarán la libertad que me he tomado.”

Se quedó aún esperando un rato largo, observaba hacia los otros recintos para tratar de ubicar a algún habitante en la mansión, pero cuando sonaron once campanadas sin que se apareciese nadie, no pudo ya resistir el hambre, y apoderándose de un pollo se lo comió con dos bocados a pesar de sus temblores. Bebió también algunas copas de vino, y ya con nueva audacia abandonó la sala y recorrió varios espaciosos aposentos, magníficamente amueblados. En uno de ellos encontró una cama dispuesta, y como era pasada la medianoche, y se sentía rendido de cansancio, entumecido y aturdido de la aventura pasada hasta encontrar este cobijo, decidió cerrar la puerta y acostarse a dormir.

Eran las diez de la mañana cuando se levantó al día siguiente, y no fue pequeña su sorpresa al encontrarse un traje como hecho a su medida en vez de sus viejas y gastadas ropas. “Sin duda”, se dijo, “o no he despertado, o este palacio pertenece a un hada buena que se ha apiadado de mí.”

Miró por la ventana y no vio el menor rastro de nieve, sino de un jardín cuyos floridos canteros encantaban la vista. Entró luego en la estancia donde cenara la víspera, y halló que sobre una mesita lo aguardaba una taza de chocolate.

-Le doy las gracias, señora hada -dijo en alta voz-, por haber tenido la bondad de albergarme en noche tan inhóspita y de pensar en mi desayuno.

El buen hombre, después de tomar el chocolate, salió en busca de su caballo, y al pasar por un sector lleno de rosas blancas recordó la petición de la Bella y cortó una para llevársela. En el mismo momento se escuchó un gran estruendo y vio que se dirigía hacia él una bestia tan horrenda, que le faltó poco para caer desmayado.

-¡Ah, ingrato! -le dijo la Bestia con voz terrible-. Yo te salvé la vida al recibirte y darte cobijo en mi palacio, y ahora, para mi pesadumbre, tú me arrebatas mis rosas, ¡a las que amo sobre todo cuanto hay en el mundo! Será preciso que mueras, a fin de reparar esta falta.

El mercader se arrojó a sus pies, juntó las manos y rogó a la Bestia:

-Monseñor, perdóname, pues no creía ofenderte al tomar una rosa; es para una de mis hijas, que me la había pedido.

-Yo no me llamo Monseñor -respondió el monstruo- sino la Bestia. No me gustan los halagos, y sí que los hombres digan lo que sienten; no esperes conmoverme con tus lisonjas. Mas tú me has dicho que tienes hijas; estoy dispuesto a perdonarte con la condición de que una de ellas venga a morir en lugar tuyo. No me repliques: parte de inmediato; y si tus hijas rehúsan morir por ti, júrame que regresarás dentro de tres meses.

No pensaba el buen hombre sacrificar una de sus hijas a tan horrendo monstruo, pero se dijo: “Al menos me queda el consuelo de darles un último abrazo.” Juró, pues, que regresaría, y la Bestia le dijo que podía partir cuando quisiera.

-Pero no quiero que te marches con las manos vacías -añadió-. Vuelve a la estancia donde pasaste la noche: allí encontrarás un gran cofre en el que pondrás cuanto te plazca, y yo lo haré conducir a tu casa.

Dicho esto se retiró la Bestia, y el hombre se dijo:

“Si es preciso que muera, tendré al menos el consuelo de que mis hijas no pasen hambre.”

Volvió, pues, a la estancia donde había dormido, y halló una gran cantidad de monedas de oro con las que llenó el cofre de que le hablara la Bestia, lo cerró, fue a las caballerizas en busca de su caballo y abandonó aquel palacio con una gran tristeza, pareja a la alegría con que entrara en él la noche antes en busca de albergue. Su caballo tomó por sí mismo una de las veredas que había en el bosque, y en unas pocas horas se halló de regreso en su pequeña granja.

Se juntaron sus hijas en torno suyo y, lejos de alegrarse con sus caricias, el pobre mercader se echó a llorar angustiado mirándolas. Traía en la mano el ramo de rosas que había cortado para la Bella, y al entregárselo le dijo:

-Bella, toma estas rosas, que bien caro costaron a tu desventurado padre.

Y enseguida contó a su familia la funesta aventura que acababa de sucederle. Al oírlo, sus dos hijas mayores dieron grandes alaridos y llenaron de injurias a la Bella, que no había derramado una lágrima.

-Miren a lo que conduce el orgullo de esta pequeña criatura -gritaban-. ¿Por qué no pidió adornos como nosotras? ¡Ah, no, la señorita tenía que ser distinta! Ella va a causar la muerte de nuestro padre, y sin embargo ni siquiera llora.

-Mi llanto sería inútil -respondió la Bella-. ¿Por qué voy a llorar a nuestro padre si no es necesario que muera? Puesto que el monstruo tiene a bien aceptar a una de sus hijas, yo me entregaré a su furia y me consideraré muy dichosa, pues habré tenido la oportunidad de salvar a mi padre y demostrarle a ustedes y a él mi ternura.

-No, hermana -dijeron sus tres hermanos-, tampoco es necesario que tú mueras; nosotros buscaremos a ese monstruo y lo mataremos o pereceremos bajo sus golpes.

-No hay que soñar, hijos míos -dijo el mercader-. El poderío de esa Bestia es tal que no tengo ninguna esperanza de matarla. Me conmueve el buen corazón de Bella, pero jamás la expondré a la muerte. Soy viejo, me queda poco tiempo de vida; sólo perderé unos cuantos años, de los que únicamente por ustedes siento desprenderme, mis hijos queridos.

-Te aseguro, padre mío -le dijo la Bella-, que no irás sin mí a ese palacio; tú no puedes impedirme que te siga. En parte fui responsable de tu desventura. Como soy joven, no le tengo gran apego a la vida, y prefiero que ese monstruo me devore a morirme de la pena y el remordimiento que me daría tu pérdida.

Por más que razonaron con ella no hubo forma de convencerla, y sus hermanas estaban encantadas, porque las virtudes de la joven les había inspirado siempre unos celos irresistibles. Al mercader lo abrumaba tanto el dolor de perder a su hija, que olvidó el cofre repleto de oro; pero al retirarse a su habitación para dormir su sorpresa fue enorme al encontrarlo junto a la cama. Decidió no decir una palabra a sus hijos de aquellas nuevas y grandes riquezas, ya que habrían querido retornar a la ciudad y él estaba resuelto a morir en el campo; pero reveló el secreto a la Bella, quien a su vez le confió que en su ausencia habían venido de visita algunos caballeros, y que dos de ellos amaban a sus hermanas. Le rogó que les permitiera casarse, pues era tan buena que las seguía queriendo y las perdonaba de todo corazón, a pesar del mal que le habían hecho.

El día en que partieron la Bella y su padre, las dos perversas muchachas se frotaron los ojos con cebolla para tener lágrimas con que llorarlos; sus hermanos, en cambio, lloraron de veras, como también el mercader, y en toda la casa la única que no lloró fue la Bella, pues no quería aumentar el dolor de los otros.

Echó a andar el caballo hacia el palacio, y al caer la tarde apareció éste todo iluminado como la primera vez. El caballo se fue por sí solo a la caballeriza, y el buen hombre y su hija pasaron al gran salón, donde encontraron una mesa magníficamente servida en la que había dos cubiertos. El mercader no tenía ánimo para probar bocado, pero la Bella, esforzándose por parecer tranquila, se sentó a la mesa y le sirvió, aunque pensaba para sí:

“La Bestia quiere que engorde antes de comerme, puesto que me recibe de modo tan espléndido.”

En cuanto terminaron de cenar se escuchó un gran estruendo y el mercader, llorando, dijo a su pobre hija que se acercaba la Bestia. No pudo la Bella evitar un estremecimiento cuando vio su horrible figura, aunque procuró disimular su miedo, y al interrogarla el monstruo sobre si la habían obligado o si venía por su propia voluntad, ella le respondió que sí, temblando, que era decisión propia.

-Eres muy buena -dijo la Bestia-, y te lo agradezco mucho. Tú, buen hombre, partirás por la mañana y no sueñes jamás con regresar aquí. Nunca. Adiós, Bella.
-Adiós, señor -respondió la muchacha.

Y enseguida se retiró la Bestia.

-¡Ah, hija mía -dijo el mercader, abrazando a la Bella- yo estoy casi muerto de espanto! Hazme caso y deja que me quede en tu sitio.

-No, padre mío -le respondió la Bella con firmeza-, tú partirás por la mañana.

Fueron después a acostarse, creyendo que no dormirían en toda la noche; mas sus ojos se cerraron apenas pusieron la cabeza en la almohada. Mientras dormía vio la Bella a una dama que le dijo:

-Tu buen corazón me hace muy feliz, Bella. No ha de quedar sin recompensa esta buena acción de arriesgar tu vida por salvar la de tu padre.

Le contó el sueño al buen hombre la Bella al despertarse; y aunque le sirvió un tanto de consuelo, no alcanzó a evitar que se lamentara con grandes sollozos al momento de separarse de su querida hija.

En cuanto se hubo marchado se dirigió la Bella a la gran sala y se echó a llorar; pero, como tenía sobrado coraje, resolvió no apesadumbrarse durante el poco tiempo que le quedase de vida, pues tenía el convencimiento de que el monstruo la devoraría aquella misma tarde. Mientras esperaba decidió recorrer el espléndido castillo, ya que a pesar de todo no podía evitar que su belleza la conmoviese. Su asombro fue aún mayor cuando halló escrito sobre una puerta:

Aposento de la Bella

La abrió precipitadamente y quedó deslumbrada por la magnificencia que allí reinaba; pero lo que más llamó su atención fue una bien provista biblioteca, un clavicordio y numerosos libros de música, lo que reunía todo lo que a ella le hacía la vida placentera.

-No quiere que esté triste -se dijo en voz baja, y añadió de inmediato-: para un solo día no me habría reunido tantas cosas.

Este pensamiento reanimó su valor, y poco después, revisando la biblioteca, encontró un libro en que aparecía la siguiente inscripción en letras de oro:

Disponga, ordene, aquí es usted la reina y señora.

-¡Ay de mí -suspiró ella-, nada deseo sino ver a mi pobre padre y saber qué está haciendo ahora!

Había dicho estas palabras para sí misma: ¡cuál no sería su asombro al volver los ojos a un gran espejo y ver allí su casa, adonde llegaba entonces su padre con el semblante lleno de tristeza! Las dos hermanas mayores acudieron a recibirlo, y a pesar de los aspavientos que hacían para aparecer afligidas, se les reflejaba en el rostro la satisfacción que sentían por la pérdida de su hermana, por haberse desprendido de la hermana que les hacía sombra con su belleza y bondad. Desapareció todo en un momento, y la Bella no pudo dejar de decirse que la Bestia era muy complaciente, y que nada tenía que temer de su parte.

Al mediodía halló la mesa servida, y mientras comía escuchó un exquisito concierto, aunque no vio a persona alguna. Esa tarde, cuando iba a sentarse a la mesa, oyó el estruendo que hacía la Bestia al acercarse, y no pudo evitar un estremecimiento.

-Bella -le dijo el monstruo-, ¿permitirías que te mirase mientras comes?

-Tú eres el dueño de esta casa -respondió la Bella, temblando.

-No -dijo la Bestia-, no hay aquí otra dueña que tú. Si te molestara no tendrías más que pedirme que me fuese, y me marcharía enseguida. Pero dime: ¿no es cierto que me encuentras muy feo?

-Así es -dijo la Bella-, pues no sé mentir; pero en cambio creo que eres muy bueno.

-Tienes razón -dijo el monstruo-, aun cuando yo no pueda juzgar mi fealdad, pues no soy más que una bestia.

-No se es una bestia -respondió la Bella- cuando uno admite que es incapaz de juzgar sobre algo. Los necios no lo admitirían.

-Come, pues -le dijo el monstruo-, y trata de pasarlo bien en tu casa, que todo cuanto hay aquí te pertenece, y me apenaría mucho que no estuvieses contenta.

-Eres muy bondadoso -respondió la Bella-. Te aseguro que tu buen corazón me hace feliz. Cuando pienso en ello no me pareces tan feo.

-¡Oh, señora -dijo la Bestia- , tengo un buen corazón, pero no soy más que una bestia!

-Hay muchos hombres más bestiales que tú -dijo la Bella-, y mejor te quiero con tu figura, que a otros que tienen figura de hombre y un corazón corrupto, ingrato, burlón y falso.

La Bella, que ya apenas le tenía miedo, comió con buen apetito; pero creyó morirse de pavor cuando el monstruo le dijo:

-Bella, ¿querrías ser mi esposa?

Largo rato permaneció la muchacha sin responderle, ya que temía despertar su cólera si rehusaba, y por último le dijo, estremeciéndose:

-No, Bestia.

Quiso suspirar al oírla el pobre monstruo, pero de su pecho no salió más que un silbido tan espantoso, que hizo retemblar el palacio entero; sin embargo, la Bella se tranquilizó enseguida, pues la Bestia le dijo tristemente:

-Adiós, entonces, Bella -y salió de la sala volviéndose varias veces a mirarla por última vez.

Al quedarse sola, la Bella sintió una gran compasión por esta pobre Bestia.

“¡Ah, qué pena”, se dijo, “que siendo tan bueno, sea tan feo!”

Tres apacibles meses pasó la Bella en el castillo. Todas las tardes la Bestia la visitaba, y la entretenía y observaba mientras comía, con su conversación llena de buen sentido, pero jamás de aquello que en el mundo llaman ingenio. Cada día la Bella encontraba en el monstruo nuevas bondades, y la costumbre de verlo la había habituado tanto a su fealdad, que lejos de temer el momento de su visita, miraba con frecuencia el reloj para ver si eran las nueve, ya que la Bestia jamás dejaba de presentarse a esa hora, Sólo había una cosa que la apenaba, y era que la Bestia, cotidianamente antes de retirarse, le preguntaba cada noche si quería ser su esposa, y cuando ella rehusaba parecía traspasado de dolor. Un día le dijo:

-Mucha pena me das, Bestia. Bien querría complacerte, pero soy demasiado sincera para permitirte creer que pudiese hacerlo nunca. Siempre he de ser tu amiga: trata de contentarte con esto.

-Forzoso me será -dijo la Bestia-. Sé que en justicia soy horrible, pero mi amor es grande. Entretanto, me siento feliz de que quieras permanecer aquí. Prométeme que no me abandonarás nunca.

La Bella enrojeció al escuchar estas palabras. Había visto en el espejo que su padre estaba enfermo de pesar por haberla perdido, y deseaba volverlo a ver.

-Yo podría prometerte -dijo a la Bestia- que no te abandonaré nunca, si no fuese porque tengo tantas ansias de ver a mi padre, que me moriré de dolor si me niegas ese gusto.

-Antes prefiero yo morirme -dijo el monstruo- que causarte el pesar más pequeño. Te enviaré a casa de tu padre, y mientras estés allí morirá tu Bestia de pena.

-¡Oh, no -respondió la Bella, llorando-, te quiero demasiado para tolerarlo! Prometo regresar dentro de ocho días. Me has hecho ver que mis hermanas están casadas y mis hermanos en el ejército. Mi padre se ha quedado solo. Permíteme que pase una semana en su compañía.

-Mañana estarás con él -dijo la Bestia-, pero acuérdate de tu promesa. Cuando quieras regresar no tienes más que poner tu sortija sobre la mesa a la hora del sueño. Adiós, Bella.

La Bestia suspiró, según su costumbre, al decir estas palabras, y la Bella se acostó con la tristeza de verlo tan apesadumbrado. Cuando despertó a la mañana siguiente se hallaba en casa de su padre. Sonó a poco una campanilla que estaba junto a la cama y apareció la sirvienta, quien dio un gran grito al verla. Acudió rápidamente a sus voces el buen padre, y creyó morir de alegría porque recobraba a su querida hija, con la cual estuvo abrazado más de un cuarto de hora.

Luego de estas primeras efusiones, la Bella recordó que no tenía ropas con que vestirse, pero la sirvienta le dijo que en la vecina habitación había encontrado un cofre lleno de magníficos vestidos con adornos de oro y diamantes. Agradecida a las atenciones de la Bestia, pidió la Bella que le trajesen el más modesto de aquellos vestidos y que guardasen los otros para regalárselos a sus hermanas; pero apenas había dado esta orden desapareció el cofre. Su padre comentó que sin duda la Bestia quería que conservase para sí los regalos, y al instante reapareció el cofre donde estuviera antes.

Se vistió la Bella, y entretanto avisaron a las hermanas, que acudieron en compañía de sus esposos. Las dos eran muy desdichadas en sus matrimonios, pues la primera se había casado con un gentilhombre tan hermoso como Cupido, pero que no pensaba sino en su propia figura, a la que dedicaba todos sus desvelos de la mañana a la noche, menospreciando la belleza de su esposa. La segunda, en cambio, tenía por marido a un hombre cuyo gran talento no servía más que para mortificar a todo el mundo, empezando por su esposa.

Cuando vieron a la Bella ataviada como una princesa, y más hermosa que la luz del día, las dos creyeron morir de dolor. Aunque la Bella les hizo mil caricias no les pudo aplacar los celos, que se recrudecieron cuando les contó lo feliz que se sentía. Bajaron las dos al jardín para llorar allí a sus anchas.

-¿Por qué es tan dichosa esa pequeña criatura? ¿No somos nosotras más dignas de la felicidad que ella?

-Hermana -dijo la mayor-, se me ocurre una idea. Tratemos de retenerla aquí más de ocho días: esa estúpida Bestia pensará entonces que ha roto su palabra, y quizás la devore.

-Tienes razón, hermana mía -respondió la otra-. Y para conseguirlo la llenaremos de halagos.

Y tomada esta resolución, volvieron a subir y dieron a su hermana tantas pruebas de cariño, que la Bella lloraba de felicidad. Al concluirse el plazo comenzaron a arrancarse los cabellos y a dar tales muestras de aflicción por su partida, que les prometió quedarse otros ocho días.

Sin embargo, la Bella se reprochaba el pesar que así causaba a su pobre monstruo, a quien amaba de todo corazón, y se entristecía de no verlo. La décima noche que estuvo en casa de su padre, soñó que se hallaba en el jardín del castillo, y que veía cómo la Bestia, inerte sobre la hierba, a punto de morir, la reconvenía por sus ingratitudes. Despertó sobresaltada, con los ojos llenos de lágrimas.

“¿No soy yo bien perversa”, se dijo, “pues le causo tanto pesar cuando de tal modo me quiere? ¿Tiene acaso la culpa de su fealdad y su falta de inteligencia? Su buen corazón importa más que todo lo otro. ¿Por qué no he de casarme con él? Seré mucho más feliz que mis hermanas con sus maridos. Ni la belleza ni la inteligencia hacen que una mujer viva contenta con su esposo, sino la bondad de carácter, la virtud y el deseo de agradar; y la Bestia posee todas estas cualidades. Aunque no amor, sí le tengo estimación y amistad. ¿Por qué he de ser la causa de su desdicha, si luego me reprocharía mi ingratitud toda la vida?”

Con estas palabras la Bella se levantó, puso su sortija sobre la mesa y volvió a acostarse. Apenas se tendió sobre la cama se quedó dormida, y al despertarse a la mañana siguiente vio con alegría que se hallaba en el castillo de la Bestia. Se vistió con todo esplendor por darle gusto, y creyó morir de impaciencia en espera de que fuesen las nueve de la noche; pero el monstruo no apareció al dar el reloj la hora. Creyó entonces que le habría causado la muerte, y exhalando profundos suspiros, a punto de desesperarse, recorrió la Bella el castillo entero, buscando inútilmente por todas partes. Recordó entonces su sueño y corrió por el jardín hacia el estanque junto al cual lo viera en sueños. Allí encontró a la pobre Bestia sobre la hierba, perdido el conocimiento, y pensó que había muerto. Sin el menor asomo de horror se dejó caer a su lado, y al sentir que aún le latía el corazón, tomó un poco de agua del estanque y le roció la cabeza. Abrió la Bestia los ojos y dijo a la Bella:

-Olvidaste tu promesa, y el dolor de haberte perdido me llevó a dejarme morir de hambre. Pero ahora moriré contento, pues tuve la dicha de verte una vez más.

-No, mi Bestia querida, no vas a morirte -le dijo la Bella-, sino que vivirás para ser mi esposo. Desde este momento te prometo mi mano, y juro que no perteneceré a nadie sino a ti. ¡Ah, yo creía que sólo te tenía amistad, pero el dolor que he sentido me ha hecho ver que no podría vivir sin verte!

Apenas había pronunciado estas palabras la Bella vio que todo el palacio se iluminaba con luces resplandecientes: los fuegos artificiales, la música, todo era anuncio de una gran fiesta; pero ninguna de estas bellezas logró distraerla, y se volvió hacia su querido monstruo, cuyo peligro la hacía estremecerse. ¡Cuál no sería su sorpresa! La Bestia había desaparecido y en su lugar había un príncipe más hermoso que el Amor, que le daba las gracias por haber puesto fin a su encantamiento. Aunque este príncipe mereciese toda su atención, no pudo dejar de preguntarle dónde estaba la Bestia.

-Aquí, a tus pies -le dijo el príncipe-. Cierta maligna hada me ordenó permanecer bajo esa figura, privándome a la vez del uso de mi inteligencia, hasta que alguna bella joven consintiera en casarse conmigo. En todo el mundo tú sola has sido capaz de conmoverte con la bondad de mi corazón; ni aun ofreciéndote mi corona podría demostrarte la gratitud que te guardo y nunca podré pagar la deuda que he contraído contigo.

La Bella, agradablemente sorprendida, tendió su mano al hermoso príncipe para que se levantase. Se encaminaron después al castillo, y la joven creyó morir de dicha cuando encontró en el gran salón a su padre y a toda la familia, a quienes la hermosa dama que viera en sueños había traído hasta allí.

-Bella -le dijo esta dama, que era un hada poderosa-, ven a recibir el premio de tu buena elección: has preferido la virtud a la belleza y a la inteligencia, y por tanto mereces hallar todas estas cualidades reunidas en una sola persona. Vas a ser una gran reina: yo espero que tus virtudes no se desvanecerán en el trono. Y en cuanto a ustedes, señoras -agregó el hada, dirigiéndose a sus hermanas-, conozco sus corazones y toda la malicia que encierran. Conviértanse en estatuas, pero conserven la razón adentro de la piedra que va a envolverlas. Estarán a la puerta del palacio de la Bella, y no les pongo otra pena que la de ser testigos de su felicidad. No podrán volver a su primer estado hasta que reconozcan sus faltas; pero me temo mucho que no dejarán jamás de ser estatuas. Pues uno puede recobrarse del orgullo, la cólera, la gula y la pereza; pero es una especie de milagro que se corrija un corazón maligno y envidioso.

En este punto dio el hada un golpe en el suelo con una varita y transportó a cuantos estaban en la sala al reino del príncipe. Sus súbditos lo recibieron con júbilo, y a poco se celebraron sus bodas con la Bella, quien vivió junto a él muy largos años en una felicidad perfecta, pues estaba fundada en la virtud.


FIN

💗