viernes

EJERCICIO PARA TRANSCENDER LA DUALIDAD







Por Ken Wilber






Ser un testigo del ser consciente puede prolongarse durante la vigilia, el sueño onírico y el sueño profundo. El Testigo se halla totalmente accesible en cualquier estado, incluyendo tu propio estado de consciencia de este mismo instante. Así que les voy a guiar hacia ese estado, utilizando lo que en Budismo se llama “instrucciones indicativas”. No voy a intentar conducirles a un estado de consciencia diferente, a un estado de consciencia alterado o a un estado diferente de lo común. Simplemente, voy a destacar algo que ya está ocurriendo en tu estado actual, presente y habitual.

Así que comencemos por tomar consciencia del mundo que nos rodea. Mira al cielo, y simplemente relaja tu mente; deja que tu mente y el cielo se fundan. Observa las nubes que flotan. Toma nota de que esto no requiere de esfuerzo alguno de tu parte. Tu estado de consciencia actual —en el que flotan estas nubes— es algo muy simple, muy fácil, que no requiere de esfuerzo, espontáneo. Simplemente toma nota de que, sin mediar esfuerzo alguno, tomas consciencia de las nubes. Lo mismo ocurre con esos árboles, esas aves y esas rocas. En forma simple y sin esfuerzo, tomas conciencia de todos ellos.

Observa ahora las sensaciones presentes en tu propio cuerpo. Puedes tomar consciencia de cualquier sensación corporal que se halle presente ahora: quizás la presión del mueble, quizás el calor en el abdomen, quizás una tensión en tu cuello. Sin embargo, aún si estas sensaciones fuesen de tensión, puedes tomar consciencia de ellas con facilidad. Estas sensaciones surgen en tu consciencia presente, y esa consciencia es muy simple, fácil, relajada, espontánea. Eres un testigo, sin esfuerzo y sin dificultad.

Observa los pensamientos que surgen en tu mente. Puede que observes diversas imágenes, símbolos, conceptos, deseos, esperanzas y temores, todos los cuales surgen espontáneamente en tu consciencia. Surgen, permanecen unos instantes y luego se van. Estos pensamientos y sensaciones surgen en tu consciencia de este momento, y esa consciencia es muy simple, relajada y espontánea. Sin esfuerzo ni dificultad, eres un testigo de todo ello.

Así que observa: puedes ver flotar las nubes porque no eres esas nubes, eres quien las está mirando. Puedes sentir sensaciones corporales porque no eres esas sensaciones: eres el testigo de esas sensaciones. Puedes ver cómo flotan los pensamientos porque tú no eres esos pensamientos —sino un testigo de su presencia—. En forma natural y espontánea, todas estas cosas surgen, por sí solas, en tu darte cuenta presente, sin que medie esfuerzo de tu parte.

Y entonces, ¿Quién eres tú? No eres los objetos de allá afuera, no eres las sensaciones, no eres los pensamientos —sin esfuerzo, eres un testigo de la presencia de todos éstos, de modo que no eres ellos. ¿Quién o qué eres tú?

Dilo de este modo para ti mismo: tengo sensaciones, pero no soy esas sensaciones. ¿Quién soy? Tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy? Tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy?

Así que retrocedes hacia la fuente de tu propia consciencia. Retrocedes hacia el Testigo, y descansas en el Testigo. No soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los deseos, no soy los pensamientos.

Pero entonces, por lo general las personas cometen un gran error. Creen que, si descansan en el Testigo, van a ver algo o sentir algo, algo realmente exquisito y especial. Pero no verás nada. Si ves algo, se tratará simplemente de otro objeto: otra sensación, otro pensamiento, otra sensación, otra imagen. Sin embargo, todos éstos son objetos: no eres ninguno de éstos.

No es así: mientras descansas en la realización del Testigo —no soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los pensamientos— todo lo que observarás es una sensación de libertad, una sensación de liberación, una sensación de alivio… alivio de la tremenda limitación que implica el identificarse con estas pequeñeces, pequeños objetos finitos, tu pequeño cuerpo, pequeña mente y pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden ser vistos y, por lo tanto, no son Aquél que ve, el verdadero Yo, el Testigo puro, aquél que realmente eres.

Así que no verás nada en especial. Lo que surja está bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones flotan en el cuerpo, los pensamientos flotan en la mente —y, sin esfuerzo, tú eres testigo de todo esto—. Todo esto surge espontáneamente y sin esfuerzo en tu consciencia presente. Y esta consciencia que es testigo no es, en sí, nada específico que puedas ver. Es, simplemente, una gigantesca sensación de libertad —o de vacío puro— en el trasfondo. Y en ese vacío puro —que es lo que eres— surge el mundo entero de lo manifiesto. Tú eres esa libertad, esa apertura, ese vacío, y no alguna de las cosas que surgen de allí.

Descansando en ese atestiguar vacío, libre, fácil y carente de esfuerzo, observa que las nubes surgen en el amplio espacio de tu consciencia. Las nubes surgen en tu interior —tan así es que puedes saborear las nubes, eres uno con las nubes—. Es como si estuviesen a este lado de tu piel… están tan cerca. El cielo y tu consciencia se han vuelto uno solo, y todas las cosas en el cielo flotan sin esfuerzo a través de tu propia consciencia. Puedes besar al sol, tragarte la montaña… están así de cercanos. El Zen dice, “Tómate el Océano Pacífico de un solo trago”, y eso es lo más fácil de hacer cuando adentro y afuera ya no son dos, cuando sujeto y objeto no son dos, cuando el que mira y lo mirado son Un Solo Sabor Único. ¿Lo ves?


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Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: Ejercicio para trascender la dualidad http://www.mysteryplanet.com.ar/site/?





jueves

ES POSIBLE APRENDER NEUROLÓGICAMENTE LA ESPIRITUALIDAD












Sin ánimo de meter bazas en la polémica entre ciencia y Fe, puede afirmarse que está más que probado el beneficio físico y espiritual que queda como remanente en las personas que vivieron una experiencia mística. Por lo tanto, es válido buscar la manera de entrenar esa percepción de lo trascendente como si fuera un músculo. Al respecto, los recientes estudios sobre plasticidad neuronal son un buen punto de partida para esta misión. “Recuerdo la noche y casi el lugar preciso, en la cima de la montaña, donde mi alma se expandía, por decirlo de alguna manera, hacia el Infinito. Se produjo una unión impetuosa de los dos mundos, el exterior y el interior; se trataba de lo profundo llamando a lo profundo, lo profundo que mi propia lucha había abierto dentro de mi ser, contestado por lo profundo impenetrable del exterior, que llegaba más allá de las estrellas. Estaba solo con Aquel que me había creado, a mí y a toda la belleza del mundo, el sufrimiento e, incluso, la tentación. Yo no lo buscaba, pero sentía la unión perfecta de mi espíritu con el suyo. El sentido normal de las cosas a mi alrededor había cambiado y, de momento, tan sólo sentía una alegría y una exultación inefables. Era como el efecto de una gran orquesta cuando todas las notas dispersas se han fundido en una armonía distendida que deja al oyente consciente únicamente de que su alma flota, casi rota de emoción. La perfecta quietud de la noche se estremecía tan sólo por un silencio aún más solemne, y la oscuridad era todavía más patente afuera de invisible. No podía dudar que Él estaba allí lo mismo que yo; de hecho, sentía, si es posible, que yo era el menos real”. Testimonio citado por William James en “Las variedades de la experiencia religiosa” (Madrid, ediciones península, 1ª ed. 1986).

William James - Las variedades de la experiencia religiosa (1,3 MiB, 230 hits)

Descripción de archivo: La aproximación del libro intenta ser científica: presenta tesis que intenta luego demostrar con razonamientos y casos empíricos. Habla mucho del misticismo, de la conversión, de la santidad, de lo que aporta la religión al hombre. Y analiza muchos casos, en ocasiones de santos. El libro está escrito en 1902 y es fruto de una serie de conferencias. El escritor es un filósofo estadounidense, hermano del famoso escritor Henry James.

En el origen de las religiones siempre se puede encontrar una “revelación mística” similar a la del relato que cita el pionero filósofo y psicólogo estadounidense. Quienes las vivieron refieren el acceso a una forma de conocimiento que no puede ser captado por imágenes o palabras, una certeza de unidad de todo lo existente, la pérdida del yo y del mundo, potentes estados de alegría, bienaventuranza, paz, vitalidad, bienestar físico y mental y de cercanía con lo sagrado, entre otras sensaciones.

Estas experiencias fueron estudiadas a fondo por varios autores y, aunque todavía no se ponen de acuerdo con las causas, ya casi no se discute el potencial transformador y sanador de la experiencia mística: Quien la vive, no vuelve a ser el mismo. Se transforma para siempre y en general para mejor, porque, como sentencia el psicólogo transpersonal Stanislav Grof: “podemos hablar de un profundo cambio a nivel psicofísico. Un individuo que vive una experiencia cumbre tiene la sensación de sobreponerse a la fragmentación y división cuerpo/mente, y alcanza un estado de unidad y completud interna total que usualmente resulta muy curativo y benéfico (…) Estas experiencias producen una mejora de la salud emocional y física”.

Ahora bien, ¿es posible fomentar, estimular o provocar este tipo de experiencias por medios naturales? Los estudios sobre neuroplasticidad parecen indicar que sí.

La neuroplasticidad

En los lóbulos frontales del cerebro está la llave del propio destino. Allí se cocinan los proyectos y las decisiones que surgen de la interacción de los 100 mil millones de neuronas del cerebro. Todas aquellas conexiones que no se usan se pierden, y hoy se sabe que el cerebro puede remodelarse a medida. La neuroplasticidad es la capacidad de aumentar o disminuir el número de ramificaciones neuronales y de sinapsis, a partir del estímulo sobre el cerebro. De este modo, una persona estimulada por la percepción desarrolla más conexiones que otra menos receptiva.

Al respecto, el psiquiatra Daniel Drubach, de la Mayo Clinic, en Minnesotta, explicó en su conferencia “Neurobiología de la imaginación y su relación con la espiritualidad” (dictada en el Foro de reflexión Cerebro y Espiritualidad, Buenos Aires, 17 de Septiembre de 2007): “es impresionante la manera en que el cerebro puede reorganizarse para poder adaptarse a nuevos desafíos”. Más aún si se somete a entrenamiento durante años. Por ejemplo, indica: “El músico que se expone a la música percibe una realidad diferente. Por el hecho de practicarla escucha otra cosa y puede detectar cambios muy sutiles en las notas que pasan desapercibidos para los no músicos. Esto se ha probado muchas veces y no es genético. Es la exposición al enriquecimiento del medio ambiente lo que modifica al cerebro. Percibir algo lo cambia a uno y luego lo puede percibir mejor”. Y agrega: “Otro estudio se hizo con pintores artísticos. Ellos son capaces de diferenciar entre los colores de una manera muy superior a la media. De una escala reconocen 35 tipos diferentes de amarillo, por ejemplo. Alguien que no es pintor dice que sólo hay 4 ante la misma paleta de colores. Es tremendo cómo la experiencia y más que nada el entrenamiento cambian la percepción de la realidad”.

De este modo, si la experiencia mística es algo que sucede (o es percibida) en el cerebro, nada impediría, en teoría, modificar la estructura de la red sináptica para favorecer la espiritualidad y, si se da el caso, la producción o recepción (esto ya es cuestión de Fe) de las experiencias místicas.

¿Es posible esto? Hay algunas pistas. El doctor Drubach explica que “al cerebro le interesa lo que cambia, no lo constante". Si hay un ruido repetitivo se lo escucha durante unos segundos y al rato se lo ignora. El cerebro se habitúa. Del mismo modo, uno entra a una habitación con un cierto olor y en unos minutos no lo huele más. Así, desde el punto de vista de las descripciones de Maimónides y otros, si la manifestación de Dios está siempre presente pero no cambia, será más difícil percibirla”.

Habrá entonces que tratar de modificar la percepción. Hace mucho que los cabalistas, judíos y cristianos, afirman que hay una realidad diferente y que hay que prepararse para descubrirla. En definitiva, de lo que están hablando es de plasticidad perceptiva.

A propósito, los ya famosos estudios de Andrew Newberg y Eugene Daquili, de la División de Medicina Nuclear de la Universidad de Pennsylvania, tienen que ver con esto también. Ellos estudiaron a un grupo de monjes tibetanos y frailes franciscanos (con tomografías computarizadas mientras meditaban) y encontraron cambios notables en la actividad cerebral. Al igual que los músicos o pintores, los que practican la meditación o la plegaria activan su cerebro de una manera diferente y lo predisponen a ciertas percepciones y experiencias místicas, espirituales o religiosas.

Este también es el tono de las investigaciones que los neurocientíficos Antoine Lutz y Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) llevan a cabo desde 1992 en colaboración con el Dalai Lama y otros monjes budistas muy experimentados en el arte de la meditación. Ellos colocaron en los monjes y en un grupo de control una red con sensores eléctricos mientras meditaban.

Los resultados no dejaban dudas. La amplitud de las ondas gamma recogidas en algunos de los monjes son las mayores de la historia registradas en un contexto no patológico. Lo cierto es que los monjes sincronizan un número de neuronas mucho mayor al promedio. De este modo, Lutz y Davidson dedujeron que el cerebro, con un correcto entrenamiento, puede desarrollar funciones nunca imaginadas.

¿Pero cuál sería el beneficio de volcarse a una vida espiritual? Muchos y diversos, y todos están bien testeados.

 BENEFICIOS DE LA ESPIRITUALIDAD

Aún si se deja a un costado la cuestión de la Fe, varios estudios probaron con el método científico que la vida espiritual ofrece beneficios indiscutibles. Estos son apenas algunos ejemplos de investigaciones realizadas en los últimos tres años:

-La religión aliviaría el estrés del cerebro ante las presiones cotidianas, de acuerdo con la investigación que el antropólogo Lionel Tiger de la Rutgers University de Estados Unidos, y Michael McGuire, psiquiatra y neurocientífico de la Universidad de California. Ellos publicaron el libro, “God’s Brain” donde sugieren que el estrés propio de la vida cotidiana, capaz de modificar la química del cerebro, encuentra alivio en las creencias y los rituales religiosos, lo que ayuda al cerebro a soportar las tensiones.

-Bajo ciertas circunstancias, la creencia religiosa fomenta actitudes de generosidad, altruismo y mejora el comportamiento social, según el estudio de los psicólogos sociales de la University of British Columbia (Vancouver, Canadá) Ara Norenzayan y Azim Shariff.

-Los individuos religiosos son más amables y rectos. Así lo probaría un meta-análisis de docenas de estudios que vinculaban ciertas características de la personalidad humana con la religiosidad realizado por el científico de la Universidad belga de Louvain, Vassilis Saroglou, especializado en la investigación de la personalidad y de la psicología religiosa.

-La Fe en Dios reduce los síntomas de la depresión clínica, puesto que los depresivos creyentes son un 75 por ciento más propicios a responder a los medicamentos, de acuerdo con un estudio publicado por investigadores del Rush University Medical Center de Chicago, en Estados Unidos.

-A principios de 2009 otra investigación, realizada por científicos de la Universidad de Miami, Estados Unidos, y dirigida por el profesor de psicología Michael McCullough, reveló que las personas religiosas tienen mayor capacidad de autocontrol que las no religiosas y regulan de manera más eficiente sus actitudes y emociones, con la finalidad de conseguir objetivos para ellos valiosos.

-Las plegarias por otros potencian la capacidad individual de perdonar, sugiere un trabajo realizado por el psicólogo de la Florida State University, Nathaniel Lambert, y sus colaboradores, de la Florida State University. Al rezar, señalan, las personas dejan de centrar su atención en sí mismos y en sus propios objetivos. Así, los sentimientos negativos pueden desvanecerse. Una investigación anterior de estos mismos investigadores había demostrado que la gratitud también puede potenciarse mediante la oración.

-La religiosidad ayuda a evitar las depresiones en la vejez, según se explica en un comunicado emitido por la Universidad de Arizona, a partir de un estudio realizado por la Master of Philosophy Rita Law.

-Creer en Dios puede bloquear la ansiedad y minimizar el estrés, señalan los resultados de dos investigaciones realizadas en la Universidad de Toronto, en Canadá, dirigidas por el profesor de psicología Michael Inzlicht.

-La meditación con mantras ayudaría a relajar el sistema nervioso, a rebajar la presión arterial, a mejorar la salud del corazón, a prolongar la vida, además de dar felicidad y de generar el sentimiento de estar más cerca de una entidad trascendente, entre otras ventajas, según el estudio de Herbert Benson, cardiólogo de la Harvard Medical School.

Por lo tanto, si la meditación y la vida espiritual favorecen las tendencias a ser generosos, amar al prójimo y desear el bien a los demás sin esperar nada a cambio; y si además propenden al bienestar físico, emocional e intelectual, es indudable que este tipo de pensamiento o filosofía puede llevar a una vida más feliz.

De este modo, sin meterse en las pantanosas aguas de la interminable polémica entre ciencia y religión, se podría decir que la primera le está dando la razón en algo a la segunda. Aunque todavía no esté dispuesta a reconocerlo. Por Patricia Arca Mena y Gustavo Masutti Llach.


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miércoles

Tú influyes a todo el universo (¿estás listo para aceptar esa responsabilidad?







Estudios demuestran que los beneficios de una meditación colectiva repercuten en los índices de criminalidad de una ciudad; todo está unido, y el saberlo aumenta la responsabilidad individual.


INTENCIÓN, MEDITACIÓN, y COLECTIVIDAD


Hace poco postulamos la intención como uno de los ingredientes primordiales de la magia. Cualquier acto de ‘manipulación’ de fuerzas intangibles para consumar un cierto efecto en un plano palpable, implica el canalizar con claridad una intención. Cuando un individuo fija su energía en lograr un algo específico parece que pueden ocurrir milagros –lo cual hemos visto acontecer en distintos contextos, desde hazañas deportivas hasta épicas historias de vida–. Sin embargo, y a pesar de que el poder de la intención es predicado con bastante popularidad, lo cierto es que este fascinante fenómeno ha sido pocas veces comprobado desde una perspectiva científica.

Por otro lado sabemos que la meditación es una de las tecnologías más eficaces que tenemos a nuestro alcance para destilar nuestra atención y, en caso de que así lo deseemos, fijar nuestra intención. Entre otras múltiples bondades, el meditar nos permite allanar los conductos de nuestra mente y en consecuencia proyectarnos hacia un punto con mucho mayor contundencia. En pocas palabras, la intención y la meditación son dos recursos que al aliarse mantienen una simbiótica dinámica que puede arrojar resultados asombrosos.

También hemos constatado que la voluntad colectiva potencia la ya de por sí contundente naturaleza de este ‘fenómeno’ de la mente (¿o el espíritu?) humano, tal como mencionamos al hablar del proyecto MeditatioSonus el cual organiza meditaciones colectivas guiadas por sonido:

”A lo largo de la historia humana se ha probado que la colectividad, dentro de casi cualquier contexto, potencializa la intención. Al momento en que voluntades diversas son sincronizadas con un fin específico sucede algo casi mágico que nos recuerda al recurrido adagio matemático “el todo es mayor que la suma de sus partes” o, en un plano poético, podríamos referirnos a este fenómeno como la tajante magia implícita en el acto de unificar.”

La colectividad de algún modo alude a la naturaleza unitaria y a la hiperconectividad que rige la existencia compartida de todo ser (fenómeno que de acuerdo con Rupert Sheldrake, se intensifica entre miembros de una misma especie, y que nos permite compartir enormes cantidades de data relevante en un proceso que no depende de la cercanía geográfica y que trasciende generaciones). Creo que al emprender algo en forma colectiva no solo estamos reconociendo que este modelo potencia la individualidad (dos personas pueden lograr mas que una persona en el doble de tiempo), sino que incluso es una forma de rendirle tributo a la noción de que todo, todos, estamos unidos en un cierto plano (y por cierto ese plano pudiera ser el más relevante de nuestra existencia).

De acuerdo a lo anterior, podemos hablar de un singular trinomio compuesto por intención, meditación y colectividad. Y precisamente estos son los ingredientes que involucra un ensayo realizado por John Hagelin, titulado ‘The Power of The Collective’. Doctor en física por la Universidad de Harvard, Hagelin ha participado como investigador en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), así como en el Stanford Linear Accelerator Center (SLAC). Actualmente preside la Fundación David Lynch y es una de las figuras más prominentes en torno a la meditación trascendental.

El PODER DE LA COLECTIVIDAD

El ensayo parte de dos premisa especificas. Una se refiere a que los índices de criminalidad están directamente relacionados al volumen de estrés social que se registra al interior de una ciudad. La otra asume, de acuerdo a múltiples estudios relacionados, que la meditación es una óptima herramienta para reducir el nivel de estrés que experimenta un individuo, y que cuando este proceso se experimenta de manera colectiva, los beneficios terminan impactando no solo a cada uno de los involucrados en la práctica, sino que incluso se derraman, de forma medible, en una cierta área alrededor del grupo de practicantes.

Tomando en cuenta ambas premisas, Hagelin y su equipo decidieron implementar un experimento en Washington DC. La capital estadounidense es no solo famosa por ser una de las ciudades con mayor número de crímenes en el país, también es sede de un particular fenómeno que se repite periódicamente: durante la temporada de calor, es decir entre primavera y verano, los índices de criminalidad aumentan (patrón que se debe a múltiples causas aún no determinadas con exactitud). Y precisamente durante este periodo de decidió congregar a un grupo de 2,500 personas con experiencia en meditación profunda (número que por cierto terminó elevándose a 4,000 individuos ya que muchas personas decidieron sumarse al grupo y aprender a meditar). La hipótesis que originaba el estudio es que el número de crímenes registrados en la ciudad se reduciría significativamente como respuesta a estas masivas sesiones de meditación –ello a pesar de que en los seis meses anteriores la tendencia había marcado un aumento en el índice de delitos–.

Colaborando con autoridades locales, el FBI, así como con expertos criminalistas provenientes de reconocidas instituciones, entre ellas las universidades de Maryland, Texas, y Temple, se llevó a cabo el experimento. Para sorpresa de todos los involucrados y en contra de todo pronóstico ‘tradicional’, los índices de criminalidad se redujeron en un 25% (superando incluso las optimistas expectativas de Hagelin y su equipo, quienes habían contemplado un 20%). El éxito fue tal que el Departamento de Policía de Washington solicitó firmar el estudio como uno de los autores.

Ya digerida la sorpresa inicial ante el fenómeno constatado en dicho estudio, algo que resulta en un complemento fascinante es la relación entre el número de personas que participaron en dichas meditaciones y el número de habitantes que residían en Washington DC. Es decir, la atención/intención orquestadas de solo 4,500 personas repercutieron en la dinámica social de millones de personas. Lo anterior nos sugiere el enorme potencial de este recurso no solo para combatir índices de criminalidad, también conflictos de aún mayor escala, por ejemplo entornos bélicos. De hecho en su ensayo Hagelin cita una serie de estudios realizados en los 80’s, que confirmaron que durante los días en los que había mayor número de meditadores en el medio oriente, las consecuencias del penoso conflicto entre israelíes y palestinos disminuían notablemente. El primero de estos estudios fue publicado por la Universidad de Yale, y se convocó a realizar investigaciones en torno al mismo fenómeno, lo cual motivó que otros siete estudios similares se llevarán a cabo, todos arrojando resultados en la misma dirección.

Por si el fenómeno no fuese suficientemente estimulante y, por qué no, esperanzador, en estos estudios posteriores no solo se evidenció una disminución en los niveles de violencia, sino que se redujeron los niveles de cortisol en la población (hormona que liberamos en respuesta al estrés), aumentaron los niveles de producción de serotonina, y se registraron positivas variaciones bioquímicas y neurofisiológicas entre la población, como si de algún modo los beneficios concretos del meditar envolvieran a toda la población y no solo a aquellos que la estaban practicando.


LA INTERFERENCIA CONSTRUCTIVA

Este principio fundamental de la física se refiere a lo que sucede cuando un grupo de emisores se unen mediante una misma frecuencia. Por ejemplo, si hay una bocina emitiendo una cierta onda de sonido y eventualmente se le unen un par de bocinas más, entonces la emisión de las tres se multiplicará de manera proporcional, al cuadrado, en una misma onda. Por lo tanto, en este hipotético caso donde tenemos tres bocinas emitiendo una misma onda, el resultado que obtendremos es la potencia equivalente a nueve altoparlantes individuales. Este mismo fenómeno, la interferencia constructiva, se replica en los demás ámbitos, ya sea que el rol de emisores esté representado por bocinas, antenas o personas meditando.

LA CONCIENCIA UNIVERSAL

Gracias a algunas de las más destacadas mentes de la humanidad, hoy tenemos múltiples modelos que alimentan nuestra noción de que todo está unido mediante una especie de campo omnipresente, el cual es sede de un intercambio permanente de información entre todos los seres. Ya sea la noosfera de Teilhard de Chardin, la conciencia colectiva de Durkheim, los campos morfogenéticos de Sheldrake, o los planos akashikos que retoma Stanislav Groff, cada uno de estos modelos sugieren la presencia de este manto que nos mantiene esencialmente hiperconectados.

Curiosamente, aún estando familiarizados con este esquema de interconexión ineludible, no deja de resultar sorprendente confirmar que estamos permanentemente influyéndonos los unos a los otros sin necesidad de los vínculos que se establecerían, de acuerdo a la ciencia tradicional, como requisitos para que este intercambio sucediese. Ante este excitante enigma Hagelin nos comparte su postura: ¿Pero cómo podemos explicar tal influencia a distancia? Hasta ahora no hay respuestas claras, pero creo que la clave está en la noción de que más allá de los límites físicos de la existencia humana existe un campo unificado de conciencia pura, abstracta y universal. Y es en este nivel de realidad, de mente no local, donde descubres que las características del espacio son capaces, al menos en teoría, de consumar acomodos extraordinarios. Cuando penetras hasta ese nivel el espacio comienza a cambiar, comienza a contornearse en lo que conocemos como la espuma espacio-temporal. Y es aquí, en la continua y espumeante agitación de la geometría del tiempo-espacio, donde los agujeros de gusano se forman, y estos agujeros no obedecen la causalidad einsteniana. Somos capaces de influir las cosas tanto en el pasado como en el futuro.”

CONSECUENCIAS DE LA INTERCONEXIÓN

Tras conocer los estudios anteriormente citados y una vez transcurrido el estado de estimulante perplejidad que pueden causar (al menos en mi caso), parece inevitable reflexionar en torno a las consecuencias de esta sublime hiperconectividad que nos lleva a afirmarnos como unidad indivisible. Y en medio de este ejercicio emerge una monumental sensación de responsabilidad: tus actos, pensamientos, y palabras tienen un impacto directo en el entorno (y por entorno quizá nos referimos al universo entero). ¿Así que, en realidad estás listo para aceptarla? –la respuesta, creo, es solo una. Si estamos listos, de hecho estamos diseñados para ello, sin embargo de ahí a que la asumamos existe aún un buen trecho que solo cada quien, en lo individual, podremos recorrer–.

Otra reflexión interesante que detona todo este fenómeno es una especie de doble paradoja. Por un lado, más allá de épicos intentos por movilizar masivamente a un grupo humano en torno a un objetivo ‘noble’, lo cierto es que buena parte de nuestra misión está en ‘hacer lo que nos toca’ en lo individual. Es decir, tal vez en lugar de utilizar tu energía enlistándote en ambiciosos proyectos de evolución colectiva lo mejor sea, por ahora, poner verdaderamente orden en tu propia vida, con medidas como afinar tu intención, disolver tus miedos y hacerte uno con tu lado oscuro, teniendo así la certeza de que, ineludiblemente, estarás contribuyendo con la colectividad (quizá incluso con mayor efectividad que por la vía explícitamente colectiva). Y al afirmar esto tampoco podemos dejar de considerar si el concepto de individualidad existe en realidad (pues todos estamos influyéndonos mutuamente todo el tiempo, pero esta es otra historia).

Entonces por un lado parece que fortalecer tu unión contigo mismo y buscar la congruencia de acuerdo a tu propio código de principios es la vía más concreta para favorecer el famoso ‘despertar’ colectivo. Lo cual resulta en sí paradójico. Pero la segunda paradoja radica en que una vez establecido este camino, el de la evolución individual, entonces muy probablemente notarás que la fuerza que estás utilizando para lograrlo es provista, en buena medida, por la influencia que ejercen el resto de ‘otros yo’s sobre ti’, y en este sentido jamás será una labor personal sino siempre unificada. Y en este punto la dislexia envuelve mis proyecciones, lo cual me produce una leve confusión (por suerte insuficiente para desanimarme) y debo remitirme una vez más a que la mayor aportación que puedo entregar a ‘la nave tierra’ (en términos de Bucky Fuller) es simplemente enlazar mi propia narrativa de vida con el sendero de la evolución compartida –hacer lo que me corresponde con la conciencia que al llevarlo a cabo estoy facilitando esa misma labor a la gente que me rodea, y que en el momento en que generemos una orquesta suficiente para que su efecto multiplicador arropé al resto de los seres, entonces la fiesta de la conciencia habrá realmente comenzado–.

En fin, hoy más que nunca sé que el futuro no es lo que solía ser, y que su diseño depende de mí (que soy tú), de ellos (que somos nosotros), y de todos (que somos uno en la nada).


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