miércoles

AMO DE TU RESPIRACIÓN


"Si puedes convertirte en el amo de tu respiración, puedes convertirte en el amo de tus emociones...

a) Respira profundamente durante todo el día, sin forzar, lenta y profundamente, siempre que te acuerdes, y siéntete relajado y sin tensiones.

b) Observa tu respiración, obsérvala. Cuando exhales, acompáñala; cuando inhales, acompáñala. Si eres capaz de observar tu respiración, ésta será muy profunda, silenciosa, rítmica. Siguiendo la respiración serás muy, muy diferente, porque esta constante atención sobre la respiración, te liberará de la mente. La energía que normalmente utilizamos para pensar, será utilizada para observar. Esta es la alquimia de la meditación: transformar la energía utilizada para pensar en observación... como dejar de ser un pensador y convertirte en un testigo. Pero sé juguetón cuando observes tu respiración, no lo conviertas en un trabajo.

c) Usa tu respiración para ser consciente de la vida y de la muerte simultáneamente. Cuando uno exhala, esto se asocia con la muerte; cuando uno inhala, se asocia con la vida. Al exhalar, mueres; al inhalar, renaces. "Vida y muerte no son dos cosas, separadas, divididas: son una sola. Y en cada momento, las dos están presentes. Recuerda esto: exhalas, siente que estás muriendo. No tengas miedo. Si tienes miedo, alterarás la respiración.

Acéptalo: exhalar es morir. Y la muerte es bella. Es relajante".




   

Sobre el tiempo, del Libro y Libro La Mirada Inocente de Jean Klein






Antes de decidir, convendría preguntarse sobre la naturaleza real del tiempo. Creemos pertenecer al tiempo, pero un examen más en profundidad nos muestra que no somos el tiempo. Ya se trate, en efecto, del tiempo exterior, mecánico, astronómico, o del sentimiento interior de la duración, el tiempo aparece como un objeto percibido. Sea cual fuere la unidad que se considere, del año al segundo, el tiempo objetivo corresponde de hecho al recorrido de un espacio, la revolución de nuestro planeta o la trayectoria de una aguja en una esfera. Tiempo y espacio son inseparables. El tiempo objetivo no tiene, pues, un carácter absoluto, no tiene realidad en sí, es correlativo al espacio. En cuanto al tiempo psicológico, la duración interior, sabemos bien que es esencialmente variable según las circunstancias y los individuos. Debemos constatar la relatividad de la noción de tiempo.

Si llevamos más lejos el análisis, deberemos admitir además que el tiempo, lejos de existir independientemente de nosotros, aparece como una categoría, una construcción de la mente humana. Sin la distinción entre pasado, presente y futuro no hay tiempo propiamente hablando. Ahora bien, esta distinción resulta artificial. En efecto, la conciencia y su objeto son uno y no puede haber más que un sólo objeto de conciencia a la vez. Por consiguiente, cuando pienso en el presente, no existen ni pasado ni futuro. Sucede lo mismo con cada uno de los otros dos términos: si pienso en el pasado, no hay ni presente ni futuro; si pienso en el futuro, no hay ni presente ni pasado. La ligazón entre estos tres términos, que constituye propiamente la definición de tiempo, no es más que una operación de la memoria. Sin memoria no hay tiempo. El tiempo no es más que memoria.


Pero el proceso intelectual de la memoria no es otra cosa que un objeto de la conciencia. En realidad, cualquiera que sea el contenido de la conciencia, un recuerdo, un proyecto, una percepción, éste contenido está siempre en el presente. Sólo el ahora existe. El único tiempo real es el presente que constituye nuestro eje; por consiguiente, el tiempo, en el sentido corriente del término, no existe. Pasado, presente y futuro pueden ser pensados, pero no pueden serlo más que en el presente. No hay, pues, realmente, pasado y por consiguiente, no hay memoria. Vivir en el presente no es pues un objetivo que deba ser alcanzado, es nuestra naturaleza misma. No somos nunca prisioneros del pasado sino únicamente de la creencia errónea de que ese pasado permanece presente. La cuestión del tiempo se desvanece cuando tomamos conciencia de nuestra dimensión auténtica, el presente eterno. No se trata de una simple concepción teórica sino de una experiencia que transmuta toda nuestra existencia.


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sábado

“EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS”














Lyon 3 octubre 1804 – París 31 marzo 1869




CAPÍTULO VIII

EMANCIPACIÓN DEL ALMA

1. El dormir y los sueños. – 2. Visitas espíritas entre personas vivas. – 3. Transmisión oculta del pensamiento. – 4. Letargo, catalepsia. Muertes aparentes. – 5. Sonambulismo. – 6. Éxtasis – 7. Segunda vista. – 8. Resumen teórico del sonambulismo, del éxtasis y de la segunda vista.

EL DORMIR Y LOS SUEÑOS

 – ¿El Espíritu encarnado permanece voluntariamente en su envoltura corporal?

– Es como si preguntases si el prisionero se alegra con la prisión. El Espíritu encarnado aspira sin cesar a su liberación y cuanta más grosera es la envoltura, más desea librarse de ella.

 Durante el sueño, ¿descansa el alma como el cuerpo?

– No, el Espíritu jamás está inactivo. Durante el sueño, los lazos que le unen al cuerpo se aflojan y el cuerpo no necesita del Espíritu. Entonces recorre el espacio y entra en relación más directa con otros Espíritus.

 ¿Cómo podemos apreciar la libertad del Espíritu durante el sueño?

– Por los sueños. Bien puedes creer que cuando reposa el cuerpo, el Espíritu posee más facultades que en vigilia. Tiene conocimiento del pasado y algunas veces previsión del futuro.

Adquiere mayor energía y puede entrar en comunicación con otros Espíritus, ya sea en este mundo, ya en otro. Muchas veces dices: He tenido un sueño estrambótico, horrible; pero inverosímil. Te equivocas, pues con frecuencia es recuerdo de lugares y cosas que has visto o presentimiento de lo que verás en otra existencia o en otra época. Estando el cuerpo entorpecido, el Espíritu se esfuerza en romper sus cadenas, inquiriendo en el pasado y en el futuro.

¡Pobres hombres, cuán poco conocéis los fenómenos más simples de la vida! Creéis ser muy sabios y las cosas más insignificantes os ponen en aprieto. Quedáis turbados con esta pregunta que os dirigen todos los niños: ¿Qué hacemos mientras dormimos y qué es el sueño?

El sueño libera parcialmente el alma del cuerpo. Cuando se duerme, se está por un momento en el mismo estado en que se encuentra el hombre, de manera fija, después de la muerte. Los Espíritus que con prontitud se separan de la materia en el acto de la muerte, han tenido sueños inteligentes. Cuando duermen, se reúnen a la sociedad de otros seres superiores a ellos; viajan, hablan y se instruyen con ellos, y hasta trabajan en obras que encuentran hechas al morir. Esto debe enseñaros una vez más, a no temer a la muerte, puesto que morís todos los días, según las palabras del santo. Esto respecto de los Espíritus elevados. Pero, la mayoría de los hombres que, al morir, han de permanecer largas horas en turbación, en esa incertidumbre de qué os han hablado, esos van a mundos inferiores a la Tierra, a donde les llaman antiguos afectos, o buscan quizá placeres más bajos que los que tienen y doctrinas más viles aún, más innobles, más nocivas que las que entre vosotros profesan. Y lo que engendra la simpatía en la Tierra no es otra cosa que el hecho de sentirse uno al despertar, aproximado por el corazón a aquellos con quienes se acaban de pasar ocho o nueve horas de dicha o de placer. Explica también esas antipatías invencibles el conocer en el fondo del corazón que tales gentes tienen distinta conciencia de la nuestra; porque las reconocemos sin haberlas visto nunca con los ojos. Explica asimismo la indiferencia; porque no nos inclinamos a buscar nuevos amigos, sabiendo que tenemos otros que nos aman y nos quieren. En una palabra, el sueño influye en vuestra vida más de lo que pensáis.

Por medio del sueño, los Espíritus encarnados están siempre en relación con el mundo de los Espíritus; y por esto los superiores consienten sin mucha repugnancia en encarnarse entre vosotros. Dios ha querido que, durante su contacto con el vicio, puedan ir a renovarse en las fuentes del bien, para que ellos, que vienen a instruir a otros, no fallen también. El sueño es la puerta que Dios les abrió para que vayan hasta sus amigos del cielo. Es el recreo después del trabajo, mientras esperan la gran liberación, la liberación final que debe restituirlos a su verdadero medio.

El sueño es el recuerdo de lo que vuestro Espíritu ha visto mientras dormíais; pero observad que no siempre soñáis; porque no recordáis siempre lo que habéis visto. Vuestra alma no está en pleno desdoblamiento y muchas veces el sueño no es más que el recuerdo de la turbación que se une a vuestra partida o a vuestro regreso, al cual se junta el de lo que habéis hecho o lo que os preocupó en estado de vigilia. Y de no ser así, ¿Cómo explicaríais esos sueños absurdos que tiene tanto el más sabio, como el más ignorante? Los Espíritus malos se aprovechan también de los sueños para atormentar a las almas débiles y pusilánimes.

Por lo demás, dentro de poco veréis desarrollarse otra especie de sueños, que aunque tan antigua como la que conocéis, la ignoráis ahora. El sueño de Juana, de Jacob, de los Profetas judaicos y de algunos adivinos hindúes. Ese sueño es el recuerdo del alma, completamente separada del cuerpo, el recuerdo de esa segunda vida de la que siempre os hablo.

Procurad distinguir bien estas dos especies de sueños en aquellos que recordáis; pues sin ello caeríais en contradicciones y errores que serían funestos a vuestra fe.

Los sueños son producto de la emancipación del alma, que se hace más independiente por la suspensión de la vida activa y de relación. De aquí una especie de clarividencia indefinida que se extiende a los más lejanos lugares, o a los que jamás se han visto y a veces hasta a otros mundos, así como el recuerdo que trae a la memoria los acontecimientos ocurridos en la presente existencia o en las existencias anteriores. La rareza de las imágenes de lo que ocurre o ha ocurrido en mundos desconocidos, entremezcladas con las cosas del mundo actual, forman esos conjuntos estrambóticos y confusos que parece que no tienen sentido ni trabazón.

La incoherencia de los sueños se explica también por los claros que produce el recuerdo incompleto de lo que se nos ha aparecido mientras dormimos. Tal sucedería con un relato del cual se hubiesen sacado al acaso frases o partes de estas, pues reunidos los fragmentos restantes carecerían de significación razonable.

 – ¿Por qué no nos recordamos siempre de los sueños?

– Lo que tú llamas dormir no es más que el descanso del cuerpo, porque el Espíritu está siempre en movimiento. Así recobra algo de su libertad y se comunica con los que ama, ya en éste, ya en otros mundos. Pero como el cuerpo es materia pesada y grosera, difícilmente conserva las impresiones que ha recibido el Espíritu; porque no las ha percibido por medio de los órganos del cuerpo.

 – ¿Qué debe pensarse de la significación atribuida a los sueños?

– Los sueños no son verdaderos en el sentido que entienden los que dicen la buenaventura; porque es absurdo creer que soñar tal cosa anuncia tal otra. Pero son verdaderos en el sentido de que presentan imágenes reales al Espíritu, pero con frecuencia no guardan relación con lo que ocurre en la vida corporal. Muchas veces, también, como ya lo hemos dicho, son un recuerdo, y por fin, pueden ser a veces, un presentimiento del futuro, si Dios lo permite, o la videncia de lo que pasa en ese momento en otro lugar, para donde se transporta el alma. ¿No tenéis numerosos ejemplos de personas que se aparecen en sueños y advierten a sus parientes o amigos lo que les pasa? ¿Qué son esas apariciones sino el alma o Espíritu de esas personas que viene a comunicarse con el vuestro? Cuándo tenéis certeza de que realmente ha sucedido lo que habéis visto, ¿no es una prueba de que ninguna parte ha tomado la imaginación, sobre todo si lo ocurrido está muy lejos de vuestro pensamiento durante la vigilia?