lunes

PÉRDIDA DE PESO PARA LA MENTE de STUART WILDE









CAPÍTULO 2

CONTRADICCIÓN Y EXPECTATIVA















Hay un triple beneficio cuando entiendes cómo te afectan estas contradicciones de la vida.

Primero, puedes eliminar algunas inmediatamente.

Segundo, puedes diseñar tu vida de modo que evites la mayoría de ellas.

Tercero, puedes desarrollar herramientas que te permitan aceptar, sin emoción, aquellas
contradicciones que no puedes evitar.

Haciendo estas tres cosas, vuelves a tu divino estado natural: sereno, feliz y entretenido por la
maravilla y la gracia de este extraño regalo que llamamos vida.

¿Cómo nacen estas contradicciones?

En su mayoría son inherentes a nuestra programación. La personalidad humana existe en un extraño ciber espacio, flotando sobre el suelo a unos 150 ó 180 cm, o ligeramente más, atrapada en tierra de nadie, en algún lugar en el cerebro.

Extraño, verdad? Nosotros creemos que estamos aquí. De hecho, ¡somos un planeador sin tren de aterrizaje!. La personalidad humana realmente no aterriza nunca. Incluso si estás vertical sobre tu cabeza, tu personalidad está aún en algún lugar más allá del grosor de tu cráneo sobre el suelo. Esto provoca una incómoda contradicción.

Tu personalidad tiene que usar el cuerpo como vínculo entre el ciber espacio infinito en el cual reside, y la dimensión terrestre de la que surgen sus experiencias.

El cuerpo es finito. La muerte es la extrema contradicción final. Es natural, por ello, que la mayoría de la gente se sienta un poco insegura y temerosa.

La vida, para muchos, es un fútil intento de llegar a sentirse seguros en una dimensión que es 
intrínsecamente insegura. La gente lucha constantemente contra eso, en vez de aceptar lo extraño de las lecciones humanas como una cosa hermosa. Dios debe tener un maravilloso sentido del humor, las contradicciones de la vida son imponentes, divertidas y muy interesantes. Me resultan heroicas.

• Tenemos que abrazar el infinito dentro de un cuerpo mortal.

• Tenemos que creer en un Dios que no podemos ver.

• Tenemos que aprender a amar en una dimensión donde hay tanto odio.

• Tenemos que ver abundancia cuando la gente habla constantemente de escasez y carencia.

• Tenemos que descubrir la libertad donde el control es la religión estatal.

• Tenemos que desarrollar autoestima mientras la gente nos critica y nos empequeñece.

• Tenemos que ver belleza donde hay fealdad.

• Tenemos que adoptar actitudes positivas cuando estamos rodeados de incertidumbre.

• Tenemos que sentirnos seguros a pesar de nuestras preocupaciones.



Sí, el heroísmo de nuestra condición es adorable.

La trascendencia no es más que aprender a aceptar las contradicciones de la vida sin ofrecer
resistencia.

Aceptar estas contradicciones no es algo natural para nosotros. De hecho, de niños nos enseñaron a resistir. Así, por ejemplo, cuando eras niño fuiste programado para creer que estar mojado y frío era una experiencia negativa. Si tu madre te dejó alguna vez bajo la lluvia, probablemente reaccionaste emocionalmente y lloraste. Ahora, como adulto, puede que tengas la misma reacción negativa programada a estar mojado. A su alrededor giran todas las variables: La lluvia arruina tu ropa y tu peinado, la lluvia es incómoda cuando te cae por el cuello, la lluvia es fría, el frío te enfermará, etc. etc.
En consecuencia, una masa de energía en tu mente dice: Tenemos que estar calentitos y confortables para sentirnos positivos, felices y seguros. Entonces aparece la lluvia. Ahora diluvia
y estás a kilómetros de un refugio. De repente, las circunstancias, el frío y la humedad, contradicen tu opinión o deseo.

Ahora, dos masas han establecido una relación en tu mente, cada una atrae a la otra. La emoción  negativa fluye desde la contradicción generada por la lluvia fría. Pero, ¿es la lluvia la que es negativa?, ¿No será tu reacción a la lluvia la que causa la contradicción?. El agua cayendo de arriba no tiene cualidad implícita, negativa o positiva. Cuando te duchaste esta mañana no te quejaste ni aullaste.
¡Ah! Pero era agua caliente.
Así que es la temperatura del agua lo que te molesta ¿no?
Precisamente.
Pero ¿Qué pasa si aceptas que el agua fría es parte de la vida?. A veces llueve. Puedes enfadarte y resistirte, o puedes relajarte y hacer lluvia, como yo le llamo. Las circunstancias no han cambiado, tu reacción, sí. Tan pronto como estás de acuerdo en hacer lluvia y dejas de resistir, la lluvia se vuelve más cálida y confortable gradualmente. Finalmente, puedes hacer lluvia indefinidamente e incluso disfrutarlo.
Si nunca has hecho lluvia, prueba esto: Saca tus mejores vestidos, incluidos tus zapatos caros, y espera. Cuando empiece a llover, vístete y sal a pasear calmadamente, cabeza alta. Sin inmutarte. No tengas opinión, sigue caminando, ama la lluvia, acéptala, hazla tu amiga. Al final tu resistencia caerá a cero. La lluvia desaparece en tu mente de todos modos. Mientras haces lluvia puedes divertirte viendo como otros no hacen lluvia. Hay un rato de diversión en ello. 
Si no puedes obligarte a hacer lluvia inmediatamente, por lo menos haz que el ego, regularmente, haga cosas que le contradigan. Empieza con poco. Toma duchas de agua fría.
Regala tu abrigo; usa menos ropa.
Deja de hablar del clima también. No comentes sobre sus condiciones, sólo experiméntalas.
Después de todo, cuando la gente dice que hace frío ¿Qué quieren decir?. Indican que hace más frío que sus expectativas. En efecto, no hay calor ni frío, solamente la temperatura a veces sube o baja. Todas las circunstancias de la vida, así como la lluvia, son neutrales. La vida no tiene más cualidad negativa o positiva que las etiquetas que le ponemos. No lo olvides nunca.

Incluso la muerte es neutral. No tenemos modo de saber cómo reaccionaremos ante ella. Quizás la vida es realmente de baja calidad comparada con la muerte. La angustia, mucho ruido y pocas nueces que sufrimos, son probablemente para nada. Tengo la secreta sospecha de que graduarse del plano terrestre puede ser algo muy a celebrar.

Es la expectativa programada la que nos enfada y causa dolor. No las circunstancias. Las expectativas hacen posible las contradicciones.
Sí, esperamos lo mejor, pero debemos aprender a no reaccionar cuando no conseguimos lo que  queremos. Si eres diligente y te concentras y tomas la acción correcta, probablemente en la mayoría de los casos obtendrás el mejor resultado. Pero debes amar la vida y aceptarla cuando no marcha a tu manera.

Sé heroico, conviértete en un guerrero. Cuando afrontes una situación adversa, no reacciones, sólo acéptalo. Actúa con calma. Actúa con poder. Sino sabes qué hacer inmediatamente, no hagas nada, espera hasta que la respuesta venga a ti.

Sé maduro y aparta la emoción de las situaciones. Actúa con la mayor determinación posible dada la situación. Puedes entrenar fácilmente a tu personalidad para que haga vida en vez de luchar con ella. No seas un cobarde auto indulgente. Acéptalo, a veces la vida no es confortable, ni segura, ni esta garantizada.

¡Es tan simple!. Son nuestras tontas expectativas y la auto importancia del ego las que demandan que las cosas han de ser de un modo y no de otro. Eso es lo que nos causa todo el dolor, no la vida en sí misma.

La vida es en gran parte cosa de ir adivinando. Generalmente acertarás, bueno, más o menos; otras veces te equivocas. Cuando te equivoques, no reacciones, ama tus errores y no te maltrates.

¡Eh! Pensaste que había suficiente gasolina en el coche pero no era así, por tanto ahora estás “haciendo camino”. Pues así es. Sólo camina.

REFLEXIÓN.

Las circunstancias de la vida no tienen cualidad alguna, ni negativa, ni positiva. Son neutrales. No las resistas, incluso aquellas que te asustan tontamente. Cuando te enfrentes con la adversidad, compra la solución, no la emoción. Enseña esto a los demás...



💗





domingo

UN RITO PARA SACRALIZAR EL DIA de JOSÉ MARÍA DORIA













¿Llegó la hora de parar las prisas mañaneras, y mirar al Sol naciente que alimenta al alma? 

¿Cinco minutos al día para hacer crecer dentro, aquello que la mirada enfoca?

¿Acaso las estrellas del cielo son propiedad de alguna religión o sistema de creencias? 


Un rito para sacralizar el día 

El hecho de detenerse a mirar al Sol cuando nace en el horizonte, es un poderoso acto de oración silenciosa. Observar como el disco radiante, comienza a salir en el horizonte, supone un comienzo consciente del día, comienzo que convierte en sagrado lo que puede vivirse como adormecedora rutina. ¿Qué impide detenerse unos minutos mirando al Sol para cultivar la Presencia y celebrar el ahora? 

¿Celebrar qué? 

Celebrar la consciencia del nuevo día que comienza. Celebrar la luz y el calor que derrama vida allí donde llega. Celebrar la vida que cada sagrado fotón, en su propio ser porta. Celebrar la apertura del entrecejo, al tiempo que el disco solar penetra en el interior de nuestra cabeza. Celebrar como se expande nuestro pecho, al tiempo que irradia un amor sin fronteras. Celebrar que saludamos a la energía luz que somos, energía que conforma nuestra esencia. 

Cada mañana de nuestra vida, saludemos a la luz, tanto si desde donde estamos, vemos un lejano horizonte o bien la pared cercana de una casa. Procedamos unos minutos a respirar conscientes, aunque sea mirando por la ventana el trozo de cielo que asoma. Son momentos de saludo a ese Sol que, directo o escondido tras las nubes, permanece inafectado y radiante al igual que la luz que somos en nuestra morada interna. Una verdad transmitida por el conocido saludo nepalí: “Namasté”, saludo tan cotidiano como nuestro occidental “Hola” o “Adiós”, que literalmente dice: “Saludo a la Luz que en ti habita”. 

Cuando dejando funcionalismos prácticos y prisas cotidianas, saludamos a la luz de la mañana, y dedicamos un espacio de atención sagrada, no solo abrimos la jornada despertando a la consciencia, sino que además reconocemos la Luz que iluminará el túnel final de nuestra travesía en la Tierra. En realidad intuimos que esa Luz, día tras día contemplada, se ha instalado en nuestras neuronas, y al igual que un faro, iluminará la oscuridad del tránsito hacia ese reino último, reino aún más luminoso que todos los soles de la galaxia. 

Los rayos ultravioleta que emite el Sol en los primeros momentos del día, no solo no hieren la pupila humana que los enfoca, sino que además bañan nuestras células de radiación benéfica, radiación que enciende sutilezas de confianza y expansión en nuestra alma. 

¿Y qué hacer antes de ir a dormir? 

Para abrir la otra puerta e iluminar el sueño, será bueno no irse a la cama sin asomarnos unos instantes y contemplar el cielo, unos instantes en los que al mirar el manto de la noche, y las estrellas que lo adornan. Son momentos de dar las gracias por lo sucedido en la jornada. Dar las gracias por todos los acontecimientos del día que nuestra mente capitula. Pronto nos daremos cuenta de que aunque el día vivido parezca no haber sido de los “buenos”, brotarán insospechados registros de la jornada que también merecerán nuestra gratitud a la luz de la consciencia. 

El hecho de hablar con el Universo acerca del nivel de esperanza que late en nuestra noche, es algo tan sanador que nos abre a dimensiones sutiles en las que saciar la sed de nuestra alma. Compartir con las estrellas nuestro sentir, hacerlas cómplices de nuestros temores y anhelos, y en definitiva, expresar en palabras lo que en nuestro corazón pasa, supone abrirnos a la intuición y despertar canales translógicos de incondicionada confianza. 

Observaremos que tras pronunciar lo que hay muy dentro de nuestra casa, se desencadenarán oleadas de fuerza posibilitadora. Pareciera que el hecho de elevar al cielo nuestros pesares, y soltar nuestros deseos y esperanzas, nos recuerda que el universo conspira sin cesar a favor de la voluntad expresada. Sucederá que en cada noche así narrada, no solo vaciaremos nuestra mente de un equipaje emocional que a menudo pesa, sino que además haremos un rito por el que reconocer la escucha de una inteligencia mayor que la de nuestra pequeña realidad del nivel persona. 

Sabemos que la oración no es otra cosa que elevar el corazón hacia un algo más grande que intuimos latir tras la apariencia de los pensamientos y las formas. Un rito silencioso que cada mañana y cada noche, alimenta nuestro espíritu con una visión directa y sin creencias, tan solo con el corazón humilde y abierto que se rinde, se enfoca y contempla. 

Son tiempos de mirar lejos, mirar dentro y fuera. Miremos hacia la luz que en cada día nace, sabiendo, tal y como Einstein nombró, que la Luz no es otra cosa que el: “Cemento de Dios”, cemento sobre el que se asienta lo inefable de nuestra esencia. Miremos cada noche a las estrellas y abramos el corazón a la profundidad infinita de sus luces milenarias. Permitamos que el infinito vacío resuene en nuestro ser, y despierte la ternura de ese niño interior que como Principito, habita sorprendido tras su inocente y creadora mirada. 

¿Existe mejor “Prozac” que la elocuente escucha de las estrellas?


💗








VIVIR Y MORIR de ELISABETH KÚBLER ROSS



LIBRO - LA MUERTE: UN AMANECER








Hay mucha gente que dice: «La doctora Ross ha visto demasiados moribundos. Ahora empieza a volverse rara».

 

La opinión que las personas tienen de ti es un problema suyo no tuyo. Saber esto es muy importante. Si tenéis buena conciencia y hacéis vuestro trabajo con amor, se os denigrará, se os hará la vida imposible y diez años más tarde os darán dieciocho títulos de 'doctor honoris causa' por ese mismo trabajo. Así transcurre ahora mi vida.

 

Cuando ocurre que se ha pasado largo tiempo, durante muchos años, sentada junto a la cama de niños y ancianos que mueren, cuando se les escucha de verdad, uno percibe que ellos saben que la muerte está próxima.

 

Súbitamente alguno se despide, dice adiós, mientras que en ese momento uno está lejos de pensar que la muerte podría intervenir tan pronto.

 

Si se aceptan esas declaraciones, si se permanece junto al moribundo, se comprobará que la comunicación continúa y el enfermo expresa lo que desea hacer saber.

 

Después de su muerte, se experimenta el emocionado sentimiento de ser quizá la única persona que ha atendido con la debida seriedad sus palabras.

 

Hemos estudiado veinte mil casos, a través del mundo entero, de personas que habían sido declaradas clínicamente muertas y que fueron llamadas de nuevo a la vida. Algunas se despertaron naturalmente, otras sólo después de una reanimación.

 

Quisiera explicaros muy someramente lo que cada ser humano va a vivir en el momento de su muerte.

 

Esta experiencia es general, independiente del hecho de que se sea aborigen de Australia, hindú, musulmán, creyente o ateo. Es independiente también de la edad o del nivel socioeconómico, puesto que se trata de un acontecimiento puramente humano, de la misma manera que lo es el proceso natural de un nacimiento.

 

La experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento. Es un nacimiento a otra existencia que puede ser probada de manera muy sencilla.

 

Durante dos mil años se ha invitado a la gente a «creer» en las cosas del más allá.

 

Para mi esto no es un asunto más de creencias, sino un asunto del conocimiento. Os diré con gusto cómo se obtiene ese conocimiento siempre que queráis saberlo. Pero el no querer saberlo no tiene ninguna importancia porque cuando hayáis muerto lo sabréis de todas maneras, y yo estaré allí y me alegraré muy particularmente por los que hoy dicen: «Ay, la pobre doctora Ross».

 

En el momento de la muerte hay tres etapas. Con el lenguaje que utilizo en el caso de los niños moribundos de muy corta edad (por ejemplo el que empleo en la carta Dougy), digo que la muerte física del ser humano es idéntica al abandono del capullo de seda por la mariposa. La observación que hacemos es que el capullo de seda y su larva pueden compararse con el cuerpo humano. Un cuerpo humano transitorio.

 

De todos modos, no son idénticos a vosotros. Son, digámoslo así, como una casa ocupada de modo provisional. Morir significa simplemente, mudarse a una casa más bella, hablando simbólicamente, se sobreentiende.

 

Desde el momento en que el capullo de seda se deteriora irreversiblemente, ya sea como consecuencia de un suicidio, de homicidio, infarto o enfermedades crónicas (no importa la forma), va a liberar a la mariposa, es decir, a vuestra alma.

 

En esta segunda etapa, cuando vuestra mariposa -siempre en lenguaje simbólico- ha abandonado su cuerpo, vosotros viviréis importantes acontecimientos que es útil que conozcáis anticipadamente para no sentiros jamás atemorizados frente a la muerte.

 

En la segunda etapa estaréis provistos de energía psíquica, así como en la primera lo estuvisteis de energía física.

 

En esta última vosotros tenéis necesidad de un cerebro que funcione, es decir, de una conciencia despierta para poder comunicar con los demás. Desde el momento en que este cerebro -este capullo de seda- tarde o temprano presente daños importantes, la conciencia dejará de estar alerta, apagándose.

 

Desde el instante en que ésta falte, cuando el capullo de seda esté deteriorado al extremo de que vosotros ya no podáis respirar y que vuestras pulsaciones cardíacas y ondas cerebrales no admitan más mediciones, la mariposa se encontrará fuera del capullo que la contenía.

 

Esto no significa que ya se esté muerto, sino que el capullo de seda ha dejado de cumplir sus funciones. Al liberarse de ese capullo de seda, se llega a la segunda etapa, la de la energía psíquica. La energía física y la energía psíquica son las dos únicas energías que al ser humano le es posible manipular.

 

El mayor regalo que Dios haya hecho a los seres humanos es el del libre albedrío. Y de todos los seres vivientes el único que goza de este libre albedrío es el ser humano.

 

Vosotros tenéis, por tanto, la posibilidad de elegir la forma de utilizar esas energías, sea de modo positivo o negativo.

 

Desde el momento en que sois una mariposa liberada, es decir, desde que vuestra alma abandona el cuerpo, advertiréis enseguida que estáis dotados de capacidad para ver todo lo que ocurre en el lugar de la muerte, en la habitación del enfermo, en el lugar del accidente o allí donde hayáis dejado vuestro cuerpo.

 

Estos acontecimientos no se perciben ya con la conciencia mortal, sino con una nueva percepción. Todo se graba en el momento en que no se registra ya tensión arterial, ni pulso, ni respiración; algunas veces incluso en ausencia de ondas cerebrales.

 

Entonces sabréis exactamente lo que cada uno diga y piense y la forma en que se comporte. Después podréis explicar con precisión cómo sacaron el cuerpo del coche accidentado con tres sopletes.

 

También ha habido personas que incluso nos han precisado el número de la matricula del coche que los atropelló y continuó su ruta sin detenerse.

 

No se puede explicar científicamente que alguien que ya no presenta ondas cerebrales pueda leer una matrícula. Los sabios deben ser humildes.

 

Debemos aceptar con humildad que haya millones de cosas que no entendemos todavía, pero esto no quiere decir que sólo por el hecho de no comprenderlas no existan o no sean realidades.

 

Si yo utilizara en este momento un silbato de perros, vosotros no podríais oírlo, y sin embargo todos los perros lo oirían. La razón es que el oído humano no está concebido para la percepción de estas altas frecuencias.

 

De la misma manera, no podemos percibir el alma que ha abandonado el cuerpo, aunque ésta pueda todavía grabar las longitudes de ondas terrestres para comprender lo que ocurre en el lugar del accidente o en otro lugar.

 

Mucha gente abandona su cuerpo en el transcurso de una intervención quirúrgica y observa, efectivamente, dicha intervención.

 

Todos los médicos y enfermeras deben tener conciencia de este hecho. Eso quiere decir que en la proximidad de una persona inconsciente no se debe hablar más que de cosas que esta persona pueda escuchar, sea cual fuere su estado.

 

Es triste lo que a veces se dice en presencia de enfermos inconscientes, cuando éstos pueden oírlo todo.

 

También es necesario que sepáis que si os acercáis al lecho de vuestro padre o madre moribundos, aunque estén ya en coma profundo, os oyen todo lo que les decís, y en ningún caso es tarde para expresar «lo siento», «te amo» o alguna otra cosa que queráis decirles.

 

Nunca es demasiado tarde para pronunciar estas palabras, aunque sea después de la muerte, ya que las personas fallecidas siguen oyendo. Incluso en ese mismo momento podéis arreglar «asuntos pendientes», aunque éstos se remonten a diez o veinte años atrás.

 

Podréis liberaros de vuestra culpabilidad para poder volver a vivir vosotros mismos.

 

En esta segunda etapa, «el muerto» -si puedo expresarme así- se dará cuenta también de que él se encuentra intacto nuevamente.

 

Los ciegos pueden ver, los sordos o los mudos oyen y hablan otra vez. Una de mis enfermas que tenía esclerosis en placas, dificultades para hablar, y que sólo podía desplazarse utilizando una silla de ruedas, lo primero que me dijo al volver de una experiencia en el umbral de la muerte fue: «Doctora Ross, ¡Yo podía bailar de nuevo!», y son miles los que estando hoy en sillas de ruedas, podrían al fin bailar otra vez, aunque cuando vuelvan a su cuerpo físico se encontrarán, evidentemente, otra vez en su viejo cuerpo enfermo.

 

Podréis comprender, pues, que esta experiencia extra corporal es un acontecimiento maravilloso, que nos hace sentirnos felices.

 

Las niñas que a consecuencia de una quimioterapia han perdido el pelo, me dicen después de una experiencia semejante: «Tenía de nuevo mis rizos.» Las mujeres que han padecido la extirpación de un seno recobran su habitual normalidad. Todos están intactos de nuevo. Son perfectos.

 

Mis colegas escépticos son muy numerosos y dicen: «Se trata de una proyección del deseo».

 

En el cincuenta y uno por ciento de todos mis casos se trata de muertes repentinas y no creo que nadie vaya a su trabajo soñando que seguirá disponiendo de sus dos piernas para atravesar una calle. Y de pronto, después de un accidente grave, ve en la calle una pierna separada de su cuerpo, sintiéndose sin embargo en posesión de dos piernas.

 

Todo esto, evidentemente, no es una prueba para un escéptico, y con el fin de tranquilizarlos hemos realizado un proyecto de investigación imponiéndonos como

 

condición el no tomar en cuenta más que a los ciegos que no habían tenido ni siquiera percepción luminosa desde diez años antes, por lo menos.

 

Y estos ciegos, que tuvieron una experiencia extra corporal y volvieron, pueden decirnos con detalle los colores y las joyas que llevaban los que los rodeaban en aquel momento, así como el detalle del dibujo de sus jerséis o corbatas.

 

Es obvio que ahí no podía tratarse de visiones.

 

Podríais también interpretar muy bien estos hechos si la respuesta no os diera miedo. Pero, si os da miedo, seréis como esos escépticos que me han dicho que estas experiencias extra corporales serían el resultado de una falta de oxigeno.

 

Pues bien, si aquí se tratara solamente de esa carencia de oxigeno, yo se la recetaría a todos mis ciegos. ¿Comprendéis? Si alguien no quiere admitir un hecho,

 

encuentra mil argumentos para negarlo. Esto, de nuevo, es su problema. No intentéis convertir a los demás. En el instante mismo en que mueran, lo sabrán de todas maneras.

 

En esta segunda etapa os dais cuenta también de que nadie puede morir solo. Cuando se abandona el cuerpo se encuentra en una existencia en la cual el tiempo ya no cuenta, o simplemente ya no hay más tiempo, del mismo modo en que tampoco podría hablarse de espacio y de distancia tal como los entendemos, puesto que en ese caso se trata de nociones terrenales.

 

Por ejemplo, si un Joven norteamericano muere en Vietnam y piensa en su madre que reside en Washington, la fuerza de su pensamiento atraviesa esos miles de kilómetros y se encuentra instantáneamente junto a su madre.

 

En esta segunda etapa ha dejado de existir, pues, la distancia. Son muchos los seres vivientes que han experimentado tal fenómeno, que se manifestaba de improviso cuando ellos tomaban conciencia de que alguien que vivía lejísimos se encontraba, sin embargo, muy cerca, junto a ellos. Y al día siguiente de ese hecho recibían una llamada telefónica o un telegrama informándoles que la persona en cuestión había fallecido en un lugar a cientos o miles de kilómetros de donde ellos se encontraban.

 

Es obvio que estas personas poseen una gran intuición, pues normalmente no se tiene conciencia de tales visitas.

 

En esta segunda etapa también os dais cuenta de que ningún ser humano puede morir solo, y no únicamente porque el muerto pueda visitar a cualquiera, sino también porque la gente que ha muerto antes que vosotros y a la que amasteis os espera siempre.

 

Y puesto que el tiempo no existe, puede ocurrir que alguien que a los veinte años perdió a su hijo, al morir a los noventa y nueve puede volver a encontrarlo, aún como un niño, puesto que para los del otro lado un minuto puede tener una duración equiparable a cien años de nuestro tiempo.

 

Lo que la Iglesia enseña a los niños pequeños sobre su ángel guardián está basado en estos hechos, ya que está probado que cada ser viene acompañado por seres espirituales desde su nacimiento hasta su muerte.

 

Cada ser humano tiene tales guías, lo creáis o no, y el que seáis judíos, católicos o no tengáis religión no tiene ninguna importancia.

 

Pues este amor es incondicional y es por eso que cada ser humano recibe el regalo de un guía.

 

Mis niños pequeños los llaman «compañeros de juego» y desde muy temprano hablan con ellos y son perfectamente conscientes de su presencia. Luego van al colegio y sus padres les dicen: «Ahora ya eres mayor, ya vas al colegio. No hay que jugar más a esas chiquilladas».

 

Así se olvida uno que se tiene «compañeros de juego» hasta que se llega al lecho de muerte.

 

De este modo ocurrió con una anciana que al morir me dijo: «Ahí está de nuevo». Y sabiendo yo de lo que ella hablaba, le pedí que me participara lo que acababa de vivir: «¿Sabe usted?, cuando yo era pequeña, él siempre estaba conmigo, pero lo había olvidado completamente». Al día siguiente moría contenta de saber que alguien que la había querido mucho la esperaba de nuevo.




💗